El impacto de la autoestima en la vida cotidiana

“Autoestima”, término trillado y sobre el cual muchas veces no nos detenemos a pensar en su real y profundo significado. Sin embargo, esta sola palabra engloba muchos aspectos, y se entrelaza con nuestra vida cotidiana, siendo parte medular de ésta.

Ese sentimiento de aprecio y amor hacia uno mismo, en el que uno se valora como persona y se reconoce como diferente y único, es el que nos hace avanzar si está bien cimentado, o nos hace retroceder si está denigrado.

Muchas personas se preguntan si será realmente posible quererse a uno mismo. Antes de contestar a esta interrogante, es importante tener en cuenta algunas consideraciones.

En primer lugar, hay que tener en claro que la autoestima es aprendida. Si bien la herencia nos provee de una serie de características tanto físicas como de temperamento, cuando hablamos de autoestima, nos referimos a una actitud hacia uno mismo que se va construyendo y reconstruyendo a lo largo del tiempo, y en el que intervienen una serie de factores ambientales que influyen en ella.

En segundo lugar, es importante entender cómo se va gestando.  Para ello, vamos a hacer un viaje rápido a cómo suele ser en líneas generales la historia de vida del ser humano (sin dejar de tener en cuenta que cada historia tiene sus particularidades), en lo referente a cómo va construyendo su autoestima.

La historia comienza con nuestra concepción (incluso antes), ¿fuimos esperados o no?, ¿cómo tomaron nuestros padres la noticia de que veníamos al mundo? El saber que fuimos esperados con amor (aunque no necesariamente con planificación), ya es una primera base positiva para nuestra autoestima.

Ya una vez nacidos, nuestros primeros cuidadores (madre, padre, o quien esté a cargo), serán quienes pongan las bases para una sólida construcción de la autoestima, lo cual se dará si nos demuestran amor  y atienden nuestras necesidades  de supervivencia (alimentación, limpieza, salud, entre otras) y las necesidades de protección y de afecto. Conforme vamos creciendo, los mensajes y acciones de los adultos en casa, si son positivos, nos harán sentir valiosos e importantes.

Posteriormente, en el ingreso al pre-escolar, los adultos que nos cuidan (maestras, auxiliares, etc), serán los encargados de complementar ese cuidado que se nos da en el hogar. También se inicia la interacción social con otros niños y niñas, la cual también será fuente de refuerzo de la autoestima si estas primeras experiencias son satisfactorias.

Ya en la escuela primaria, pasaremos por una serie de experiencias (tanto con maestros como con compañeros), que nos reflejarán cómo somos y si somos apreciados. Posteriormente, la secundaria seguirá afianzando esta autoestima, y por el nivel de desarrollo cognitivo que tenemos en esta etapa (de tipo abstracto), estaremos construyendo nuestro autoconcepto, conformado por las ideas que tenemos de nosotros mismo. Ya podemos integrar lo que nos dijeron y lo que vivimos, con lo que nosotros vemos y sentimos de nosotros mismos.

A la juventud, ya deberíamos ingresar con una sólida autoestima que nos permita desenvolvernos con mayor confianza en nosotros mismos. Y en la adultez seguiremos reconstruyendo esta concepción de nosotros mismos, con aquellas situaciones que nos toquen vivir.

Hemos hecho un recorrido rápido por la historia ideal en la construcción de la autoestima. Pero todo sabemos que no siempre es así de feliz la historia. Todos pasamos (unos más que otros), por situaciones difíciles, hasta traumáticas que pueden tirar abajo la autoestima. ¿Qué pasa si recibimos violencia familiar? ¿Y si fuimos víctimas de bullying en la escuela? ¿Y si un maestro nos dejaba en ridículo delante de toda la clase?.

Volvemos entonces a la interrogante inicial, y le añadimos un extra: ¿Será posible quererse a uno mismo, aun habiendo pasado por situaciones adversas que han socavado nuestra valía personal?

A mis pacientes siempre les digo que la respuesta es “SÍ”, sí es posible. A pesar de lo vivido, a pesar de lo aprendido, uno siempre puede reconstruirse. No es fácil, es una tarea continua, pero no imposible.  Hay cuatro acciones importantes que nos pueden ayudar:

1. Conocerse: saber quién soy, cómo soy, mis características, cómo emociono, cómo reacciono, mis cualidades, lo que tengo que mejorar, lo que me gusta y lo que no me gusta, lo que necesito, y otros aspectos que considere conocer de mí mismo.
2. Valorarse: sentirse valioso por ser uno mismo, aceptarnos como somos, cultivando todas las dimensiones de nuestra persona (física, psicológica, social, espiritual), y sintiéndonos merecedores de lo bueno.
3. Estimarse: quererse a través del autocuidado (no exponiéndonos a situaciones que nos puedan dañar), de hacer lo que nos gusta, y expresándonos cariño a nosotros mismos (así como lo hacemos son nuestros seres queridos).
4. Perdonarse: por los fallos y errores cometidos, aprendiendo de ellos, y reparando aquello que tenemos que arreglar.

Cierro este artículo, recalcando la importancia de trabajar día a día en nuestra autoestima. Si me aprecio y me valoro (o por el contrario, no lo hago), esto tendrá un impacto en todas las dimensiones de nuestra vida, marcará la actitud con la que nos relacionamos con los demás, con la que nos orientamos hacia nuestras metas, finalmente, la actitud con la que vivimos de satisfacción o insatisfacción con nosotros mismos. Y si estás en un punto en que solo(a) no puedes hacerlo, busca ayuda, siempre se puede revisar la propia historia y decidir cómo se quiere seguir hacia adelante.

Acápite:

Si eres madre o padre, tienes una gran responsabilidad, porque tus palabras y acciones tendrán un impacto en la autoestima de tus hijos(as). Aquí algunas recomendaciones:

• Centrémonos en lo positivo que hace y que tiene cada integrante de la familia.
• Evita etiquetar negativamente (con adjetivos que descalifiquen) a algunos de los miembros.
• Enfatiza que en casa cada uno es querido y aceptado por ser quien es. Para ello es importante que todos se traten con respeto y cariño.
• Los adultos deben ser modelo de buena autoestima. Un hijo aprende de lo que ve de sus padres.
• La comunicación y el diálogo son claves. En una familia todos deben sentir que son escuchados y comprendidos.
• Pon límites razonables, sin violencia.

Todos merecemos ser felices y sentirnos bien con nosotros mismos. Reconozcamos el valor de cada ser humano y busquemos decir lo bueno que vemos en el otro.