Según Bolsonaro, el saber teórico carece de utilidad productiva. A su parecer, los únicos conocimientos que deben ser tomados en cuenta en la formación universitaria son aquellos que tienen repercusión económica y social. En esa misma dirección, ha afirmado que más valor tiene financiar –con el erario público– disciplinas aplicadas como las diversas ingenierías y las ciencias médicas.
Sin embargo, estas apreciaciones apresuradas evidencian una profunda ignorancia sobre el modo cómo se forma el conocimiento, incluso el conocimiento técnico. Personas como el presidente en cuestión, desconocen que los saberes productivos y sus aplicaciones tecnológicas, se forman a partir de la elaboración teórica. Las ingenierías, por ejemplo, requieren del aporte de los descubrimientos físicos y de la abstracción matemática. Ambas disciplinas, altamente teóricas y especulativas, requieren de la rigurosidad del método científico; método que, como sabemos, ha sido producto de la interacción entre la lógica y la epistemología (cualquier alumno de pregrado de la tierra sabe que estas son ramas fundamentales de la filosofía).
Pero eso no es todo. Un hombre como Bolsonaro, no sabe que las ciencias aplicadas y su vasta aplicación productiva, fueron posibles porque se desarrollaron un conjunto de condiciones sociales y económicas que permitieron su enorme irrupción en los siglos XIX y XX. La sociología histórica del conocimiento en relación con la economía del conocimiento (ambas disciplinas teóricas), nos permiten conocer la evolución social del saber. Así, por ejemplo, hoy podemos establecer que la revolución científica de los siglos XVI y XVII propició posteriormente una revolución técnica que tuvo un impacto sobre la producción industrial. De hecho, las revoluciones industriales (las cuatro revoluciones) se han dado porque hemos sido capaces de abstraer en un conjunto de enunciados simbólicos y enunciados descriptivos una parte importante de la realidad natural y social. En suma, las revoluciones productivas se dan porque la indagación teórica ha hecho posible conocer el funcionamiento de varios ámbitos de interacción natural y social.
Lo que no sabe Bolsonaro es que su plan económico desregulador, el que ejecuta el ministro de economía Paulo Guedes, tiene su origen en los postulados de la “Escuela de Chicago”, fundada por el teórico Milton Friedman. Esta, a su vez, descansa sobre la filosofía económica de Adam Smith. En esa ilustre tradición intelectual, que asume la existencia de un orden espontaneo social y la necesidad de reducir la presencia del estado, se proyectan pensadores como Hume, Locke, Mandeville, Juan de Mariana e, incluso, en lo más lejano, Aristóteles. Por lo visto, tanto Bolsonaro como Guedes desconocen el origen filosófico de las ideas que propugnan.
Tampoco Bolsonaro sabe que su desconfianza a los derechos humanos universales, tiene su origen en el pensamiento conservador (Burke, Bonald, De Maistre, entre otros), reaccionario a la teoría política ilustrada y liberal. Y que las ideas conservadoras tuvieron un resurgir a fines del siglo XX, sobre todo en los Estados Unidos (Novak, Kristol, entre otros)
Con solo leer las declaraciones de Bolsonaro somos capaces de darnos cuenta de lo que ignora. Que su desprecio al saber teórico, proveniente de las humanidades y de los estudios sociales, tiene como causa su enorme incapacidad para entenderlas. Bolsonaro es un síntoma de una situación más compleja: es el ejemplo de una persona con grandes limitaciones mentales (sin mencionar las morales), que llega al poder.
Comparte esta noticia