La desaparición de una sociedad llega cuando se han agotado todas las vías posibles de negociación política. Esa situación dolorosa y fratricida incluye el uso de diversos tipos de violencia. En cambio, la continuidad, se logra luego de un gran consenso ético político, cuya consecuencia lógica es renovar las condiciones y fines de nuestro contrato social.
Hay innumerables hechos que evidencian el agotamiento terminal de una situación histórica y la necesidad de abrirnos a otra. De ahí la necesidad de aceptar esta situación de crisis final, para redefinir nuestro camino a futuro y tomando en cuenta lo aprendido en diferentes momentos de nuestro devenir temporal.
Así, luego de la lenta disolución del régimen que surgió a inicios de los años noventa, discutiremos y conversaremos sobre el tipo de país que queremos ser. Algunos defenderán principios liberales. Otros, ideas socialistas. Habrá algunos que buscarán enfatizar cuestiones identitarias y culturalistas. Otros, apelarán a perspectivas cosmopolitas y pluralistas. Algunos nos considerarán "grupos" y, otros,” individuos".
Unos plantearán que el estado debe intervenir en la formación y distribución del bienestar. Otros, que los individuos, automotivados, son los que deben garantizarse su propio bienestar. Ciertamente, algunos dirán que el estado debe formar y dirigir las prácticas culturales. Y, otros, que las familias y los sujetos son los que deben definir sus propios hábitos culturales. Claramente, habrá oposiciones teóricas entre “constructivismos sociales” y “órdenes espontáneos”.
Discutiremos, conversaremos y llegaremos, si somos inteligentes y bien intencionados, a consensos y a acuerdos fundamentales sobre el país que queremos ser y futuro que queremos tener. Pero todo ello, si somos bien intencionados e inteligentes. Si se patean todos los tableros, si nos agarra una masiva rabieta adolescente, se legitimará aquello que se quiso superar. De nada habría servido "pasar todo esto".
Las soluciones a los problemas alta complejidad política, que incluye el gran problema de la liquidación de un país, no están en el diagnóstico causal. Los diagnósticos sociales, económicos culturales e históricos son muy importantes y proporcionan muchísima información sobre lo que somos. Pero no brindan el remedio. Las soluciones se encuentran en el plano ético, en la deliberación ética y en las decisiones ético políticas. En la "bendita" razón práctica. Aquel uso de la razón que nos hace crecer y tener futuro.
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