John Maynard Keynes (1883-1946), economista inglés formado en la Universidad de Cambridge, defendió en sus obras una mayor intervención estatal en la economía. Argumentó que el mercado por sí solo no podía garantizar el pleno empleo y la estabilidad económica, especialmente durante las crisis. Por ello, propuso políticas fiscales expansivas (aumento del gasto público y reducción de impuestos) y monetarias (bajas tasas de interés) para estimular la demanda y salir de las recesiones. Mientras Friedrich Von Hayek (1899-1992), economista austriaco educado en la Universidad de Viena, abogó por un mercado libre con mínima intervención estatal. Consideró que la planificación central y las políticas keynesianas a largo plazo distorsionaban los precios y generaban una asignación ineficiente de recursos. Asimismo, defendió la importancia de los precios como señales que coordinan la actividad económica y que la intervención estatal solo podía empeorar las crisis.
Otro punto de divergencia entre ambos economistas se desarrolló en la relación compleja entre el corto plazo y el largo plazo. La posición de Keynes se centraba en el corto plazo, buscando soluciones inmediatas para estabilizar la economía y combatir el desempleo. El teórico inglés, consideraba que las políticas fiscales y monetarias podían ser utilizadas como herramientas para gestionar la demanda agregada y suavizar los ciclos económicos, sobre todo, los procesos recesivos y depresivos. Por otro lado, Hayek tenía una visión más a largo plazo. Advertía que las políticas keynesianas podían tener futuras consecuencias negativas, como la inflación y la distorsión de los incentivos económicos. El científico social austriaco, priorizaba la estabilidad monetaria y la libertad económica como condiciones para el crecimiento sostenible.
En torno al origen de las crisis, Keynes y Hayek tuvieron grandes desacuerdos. Keynes atribuía las crisis económicas a fallas del mercado, como la insuficiencia de la demanda agregada. Es decir, la demanda es demasiado baja para mantener a la economía funcionando a pleno rendimiento. En cambio, Hayek consideraba que las crisis eran el resultado de desequilibrios causados por políticas monetarias expansivas y la intervención estatal en la economía.
Respecto al papel del conocimiento en la economía, los dos grandes teóricos del siglo XX también evidenciaron notables discrepancias. Hayek enfatizó la importancia del mercado al momento de coordinar espontáneamente el conocimiento disperso en la sociedad. Por ello consideró la imposibilidad de que un planificador central – el estado- pueda tener toda la información necesaria para tomar decisiones económicas eficientes. Por otro lado, Keynes creyó que el Estado, con la ayuda de expertos – tecnócratas-, podía coordinar la economía de manera más efectiva que el mercado.
En síntesis, el debate entre Keynes y Hayek representó una dicotomía fundamental en la economía: ¿debería el Estado intervenir activamente en la economía para corregir sus fallas, o es mejor dejar que las fuerzas del mercado operen libremente? Esto nos lleva preguntarnos acerca de la finalidad de la economía. Para Keynes, la economía se centra en el bienestar social y el papel activo del gobierno para llegar a ese fin. Su objetivo era crear una economía más estable y equitativa, donde el pleno empleo fuera una realidad. Sin embargo, para Hayek la finalidad de la economía era garantizar la libertad individual, pues éste es el valor fundamental sobre el que se debía construir una sociedad próspera. El mercado libre, al permitir a cada individuo tomar sus propias decisiones económicas, garantizaba esta libertad. Como es evidente, las posturas de Keynes y de Hayek siguen siendo objeto de debate entre economistas, políticos, empresarios en todo el mundo. Como ciudadanos es importante ilustrarnos en este tipo de discusiones.
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