El viernes 10 de enero del presente año, se anunció la muerte de Neil Peart (Toronto, 1952), compositor, arreglista, percusionista y letrista de la banda de rock progresivo canadiense Rush, agrupación musical que fue fundada en 1968 por los músicos Geddy Lee (bajo, sintetizadores y voz principal y Alex Lifeson (guitarra y voz). Y a la cual se integró Neil Peart en 1974, sustituyendo al primer baterista. A pesar de ser una “banda de culto” (el prog rock no suele ser muy masivo), Rush ha logrado vender cerca de 50 millones de álbumes en su larguísima carrera y ha tenido un impacto en la formación de músicos en todo el mundo, sobre todo por la enorme calidad musical de sus tres intérpretes.
Pero el valor de Rush no puede ser medido solo por el número de ventas de sus discos o por sus muy exitosas giras. Más bien, su valor está en la capacidad de sus músicos, sobre todo, por la portentosa capacidad instrumental del que fue su baterista: Neil Peart. Para muchos de los entendidos, Peart fue el mejor baterista del mundo porque asumió la creación musical como una incesante búsqueda de perfeccionamiento, una búsqueda que jamás concluyó.
Tras terminar la última gira de Rush en 2015, Peart explicó cómo elaboraba sus célebres solos de batería: “Día tras día, semana tras semana, después que ensayábamos esa parte del espectáculo y entregaba mi boceto del solo de batería, estaba un poco preocupado por el sonoro silencio ¿Qué significaba? Me preocupaba que mis ambiciones fueran demasiado altas: mi alcance excedía mi alcance. (A menudo, honestamente, casi siempre, pero tal vez esta vez demasiado). No iba a preguntarle a nadie lo que pensaban, ¡temiendo demasiado la respuesta! En cualquier caso, procedía completamente por fe en una idea, y esa dedicación solitaria no fue fácil”. Esta cita demuestra que Peart estaba exigiéndose constantemente, buscando el ideal del solo de batería, aquel que fuera capaz de expresar, como él mismo afirmaba, “toda la vida”. Es decir, una obra de percusión que pueda llegar ser el arquetipo y la síntesis del solo de batería.
¿Por qué Neil Peart tenía esas pretensiones tan elaboradas en términos estéticos? Porque fue un hombre que cultivó la mente en la lectura dedicada y paciente. Peart leía muchísimo y de manera muy reflexiva. De ahí que las letras de Rush suelen ser profundas sin dejar de tener la contundencia de la canción popular. Por ello, los tópicos de las letras de Rush poseen un amplio espectro. Desde la épica libertaria de “2112” (influenciada de Ayn Rand), la ensoñación mítico-romántica de “Xanadu” (Coleridge) o de “Rivendel” (Tolkien), una relectura de Nietzsche en el clásico “Tom Sawyer”. La exploración epicúrea en “Time Stand Still” y la existencial en “Bravado”. Pero también, el análisis psicosociológico en “Subdivisions” y “Middletown Dreams”. La reflexión ética de “Big money”, “Manhattan project” y “Distant early warning”. La contemplación estética de "Losing It" y "Time and Motion". Y el amplio lirismo espiritual de “Presto” y “The garden”. Todo esto es solo una pequeña muestra de los intereses temáticos de Peart, que se pueden rastrear en 19 de los 20 álbumes de Rush.
El martes 7 de enero, el músico canadiense murió tras no poder superar un agresivo cáncer al cerebro. Veinte años atrás, había logrado salir del hoyo más profundo, cuando su primera hija y su primera esposa murieron en un lapso de tres meses en 1997. En aquel momento, Peart abandonó Rush por dos años y se dedicó a viajar por el mundo en motocicleta, tratando de encontrar un sentido después de tamaña tragedia. Así el 2000, Peart retornó a Rush, a la vida (se volvió a casar, tuvo otra hija) y la maquinaria progresiva volvió a moverse hasta el 2015, cuando se despidieron por todo lo alto.
En el último álbum de Rush se encuentran estos versos que sirven de epílogo para este homenaje: “The measure of a life is a measure of love and respect, /so hard to earn so easily burned/ In the fullness of time, /A garden to nurture and protect”.
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