Es evidente que, en un mundo tan heterogéneo, en tan acelerada hiper fragmentación y con una profusión de eventos en todos los ámbitos, las reflexiones de un papa puedan pasar desapercibidas, incluso, para los católicos más informados. Sin embargo, por la profundidad de los temas que Francisco está abordando a lo largo de su pontificado, creemos que es importante que más personas, creyentes o no creyentes, estén al corriente de sus reflexiones, porque se encuentran vinculadas a cuestiones de gravitante actualidad, dentro de un esquema de trascendencia.
En “Laudate Deum” el papa Francisco vuelve a plantear un tema central de su pontificado, el cuidado de la “casa común”; el mismo que expuso en su importante encíclica “Laudato si” (2015). Pero en un contexto en el que las posturas negacionistas sobre el cambio climático parecieran haberse multiplicado en esta década. Y, sobre todo, cuando en los últimos años es evidente que la tierra está experimentando y sufriendo grandes alteraciones en su ecosistema natural, que tiene y tendrá grandes repercusiones en el futuro muy cercano. De ahí que el Papa afirme con prudente energía lo siguiente, sobre todo pensando en las posturas negacionistas sobre el desastre medioambiental, respecto a la huella humana sobre la tierra: “Me veo obligado a hacer estas precisiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica. Pero ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable: las enormes novedades que tienen que ver con la desbocada intervención humana sobre la naturaleza en los dos últimos siglos” (1, 14).
Pero no se trata solo de la cuestión medioambiental lo que motiva la preocupada exhortación del papa Francisco. También está el inmenso poder que están adquiriendo determinadas sociedades gracias a los grandes avances científico-tecnológico, dentro de lo que Su Santidad denomina “paradigma tecnocrático”. A saber, una estructura de poder ilimitado que proviene de la evolución técnica del último siglo, el mismo que está motivado por el poder político y económico. Un ejemplo último de este poder tecnológico es el uso masivo e irresponsable de la IA, que está en claras condiciones de modificar nuestra cultura de un modo integral. A ese respecto el Papa reflexiona: “Durante los últimos años hemos podido confirmar este diagnóstico al mismo tiempo que hemos asistido a un nuevo avance de dicho paradigma. La inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente” (2,21). Por estas razones es importante reflexionar sobre lo que implica tener a nuestra disposición poderes tecnológicos de esta magnitud, que nos conduzcan a alterar de forma permanente lo que nos legó la evolución natural. En efecto, la astrominería, la IA, la reprogramación de la muerte, etc., les otorgan a ciertos humanos poderes inimaginados.
Es evidente que este paradigma tecnocrático irradia a todas las esferas, tanto públicas como privadas, conduciéndonos al más torpe y ruin de los pragmatismos. De ahí que los hombres y mujeres de iglesia, clérigos y laicos, estamos llamados a no caer en la idolatría de la instrumentalización y en la banalidad del culto a los indicadores de eficacia ensimismados. Si hay algo que debe distinguirnos a los cristianos, es la humanidad que demostremos en los espacios en donde nos encontremos; humanidad humilde, que sabe escuchar con caridad y huye a instrumentalizar la vida y a las personas.
“Laudate Deum” es un clamor moral que se hace en un momento en el que el mundo se hace cada vez más complejo, más problemático y en el que emergen cada día “nuevas cosas”. Por esta razón los cristianos que pensamos sobre los escenarios futuros, debemos leer atentamente las profundas preocupaciones del papa Francisco, y darlas a conocer a clérigos y a laicos.
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