Tras la caída del Muro de Berlín y en medio de la disolución de la URSS, en 1990, George Bush padre, presidente de los Estados Unidos de aquel momento, expresó que el mundo se encontraba ante “el inicio de nuevo orden mundial”, en el contexto de la invasión de Irak a Kuwait. Según Bush, en este “nuevo orden”, los Estados Unidos tendrían un papel preponderante en la naciente arquitectura global, después de triunfar en la “guerra fría”. No es extraño imaginar la sensación de victoria del imperio americano en aquellos años. Pero no era la primera vez que se hablaba sobre un “nuevo orden mundial”. En dos ocasiones, en 1919 y en 1945, los presidentes Woodrow Wilson y Harry Truman, después de la primera y segundas guerras mundiales, también manifestaron un naciente orden mundial. Una renovada situación global en la que los Estados Unidos tenían un lugar gravitante.
Sin embargo, las circunstancias geopolíticas de 1919, 1945 y 1990, no se pueden extrapolar al actual escenario. Pues lo que ocurre en la tercera década de esta centuria está más allá de las situaciones anteriores. El orden mundial del siglo XX fue la consecuencia de la expansión europea que se inició en el siglo XVI y que condujo la absoluta hegemonía de occidente por medio milenio. Los imperios de Europa, a partir de la racionalidad instrumental, sostenida desde la ciencia y la lógica científica, forjaron una tecnología y una práctica económica que les dio un creciente poder sobre todos los pueblos, logrando modificar notablemente el perfil cultural de la civilización humana. El dominio de occidente llegó a su clímax en los siglos XIX y XX, gracias a la formidable y perturbadora experiencia de las revoluciones industriales y técnicas que estuvieron bajo su control.
Las dos primeras guerras mundiales fueron causadas por potencias europeas. Asimismo, la guerra fría involucró a los Estados Unidos y a la URSS, cuya republica más grande, Rusia, era, de alguna manera, el extremo de occidente en Eurasia. De este modo, todos los conflictos a gran escala, de los últimos siglos, tuvieron como protagonistas a naciones de occidente, salvo, en el caso de la segunda guerra mundial, en la que intervino directamente el Japón. Estas contiendas- desde el siglo XVIII (recordemos la guerra de los siete años)-, fueron posibles porque varias sociedades occidentales eran potencias económicas, políticas y militares. Y, por lo tanto, las causas de estos conflictos bélicos estaban en los afanes hegemónicos de las mismas.
Pero esta situación ha cambiado en el último cuarto de siglo. Se han consolidado nuevos bloques que, por su magnitud, pueden superar la hegemonía de occidente y de sus aliados. El modo cómo Rusia ha afianzado su relación con China y con India, y desde ahí, con Sudáfrica, Brasil, Arabia Saudita e Irán, es algo que está prefigurando otro orden mundial, que está más allá del habitual liderazgo occidental. Asimismo, Los BRICS+ están formando, lentamente, estructuras geopolíticas y geoeconómicas propias, que desafían a las occidentales. Así, por primera vez en cinco siglos de historia, está emergiendo, desde la trama contemporánea, una situación inédita: la superación de paradigma occidental en la civilización humana. La consolidación de China como la próxima superpotencia, y su red global de aliados, es la evidencia de otro orden mundial ¿Qué lugar tendrá el Perú en el mundo postcoccidental? Pensemos.
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