Cuando se piensa en Finlandia, inmediatamente se le asume como la materialización del “Estado de Bienestar”. Y, junto a Noruega, Suecia, Dinamarca e Islandia, muestra, desde hace años, niveles de vida encomiables. Incluso, superiores al de países hegemónicos de Europa. Estos altísimos niveles de vida se observan en todos los campos (sociales, académicos, culturales, políticos, entre otros) y se han logrado gracias a un modelo de sociedad sustentado en el escrutinio de sus propias características sociales y culturales, distanciándose de los patrones dominantes. A ese respecto, recomendamos el sitio web http://www.oecdbetterlifeindex.org/es/countries/finland-es/, donde se muestra, de forma actualizada y comparativa, datos que describen la situación de “bienestar” que vive Finlandia y otros países escandinavos, en el contexto de la OCDE.
Finlandia ha liderado la evaluación PISA por cerca de veinte años, generando el asombro y la admiración de muchos. E, incluso, la voluntad de imitar varias prácticas de su celebrado sistema educativo. Sin embargo, ¿es posible copiar alguna característica de este modelo escolar? No, no es posible. Y no solo por los obvios rasgos identitarios de Finlandia, sino, sobre todo, porque el modelo educativo finés se ubica al interior de un sistema social con elementos que se relacionan entre sí. Imitar el modelo escolar finlandés o partes del mismo, equivaldría a imitar la totalidad de la sociedad finesa. Y eso es absurdo.
¿Qué hace posible el éxito educativo de Finlandia? Ensayamos nuestra respuesta. En Finlandia todo educa o, en todo caso, muchos de los elementos del sistema social, están concebidos para facilitar y favorecer el acto educativo. Es decir, hay condiciones generales que permiten que la educación se esté desarrollando constantemente. Incluso, la jornada laboral promedio de un adulto, es lo suficientemente holgada como para acompañar y disfrutar a los niños (31 horas semanales, según la OCDE). Asimismo, una extensa red de bibliotecas, parques, centros culturales, centros de esparcimiento, museos, salas de teatro y de conciertos, están a la disposición de los ciudadanos (pequeños y padres). Además, al no existir enseñanza privada, el reconocimiento mutuo se acrecienta. El hijo del obrero y la hija del gerente, se congregan en la misma escuela comunitaria, reciben la misma educación: aprenden a convivir y a coexistir.
¿Por qué Finlandia y otros países de avanzada poseen índices tan altos en sus niveles de vida? Porque no han abandonado, a pesar de los entornos cambiantes de la realidad global, un consenso social básico: estado, sociedad y empresa están al servicio del ciudadano. Y existen aspectos irrenunciables respecto a los fines de una sociedad. Es decir, que la democracia solo es posible si se reducen al mínimo las desigualdades de todo tipo. Por ello, no se trata de gasto fiscal, sino de entender que se trata de inversión para el bienestar. Si hay algo que podemos tomar de esta experiencia exitosa, es empezar a pensarnos como una república de ciudadanos y dejar de concebirnos como una factoría de operarios.
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