¿Qué hechos deben atribuirse a los conscientes propósitos de los seres humanos, y qué aspectos de la vida al azar? Sobre el particular, y en el marco de la teoría de la historia, Jorge Basadre publicó en 1973 El azar en la historia y sus límites, una obra poco conocida de nuestro historiador pero muy ilustrativa y aleccionadora.
Para tener una idea sobre el concepto del azar (hasard en francés) en la historia, Basadre apunta algunas referencias sobre particulares eventos identificados por el profesor Georges-Henri Bousquet (1900-1978) de la Universidad de Burdeos, tales como: “El Congreso norteamericano no derrocó al presidente Andrew Johnson el 16 de mayo de 1868 por un voto. El sistema de la República fue implantado en Francia el 30 de enero de 1875 por 353 votos contra 352 cuando un diputado monárquico se había ausentado del salón de sesiones para cumplir con una necesidad natural. Una inesperada carnicería el 23 de febrero de 1848 en París desencadenó un movimiento revolucionario que hizo temblar a Europa…”. Este último episodio se refiere a la denominada revolución francesa de 1848, que dio origen al movimiento europeo conocido como la Primavera de los Pueblos.
El azar es una suerte de casualidad o circunstancias imprevistas. En economía se le conoce como el elemento aleatorio (random element), lo que da lugar a los enfoques probabilísticos estocásticos. Estimo que está en la naturaleza humana el tratar de racionalizar, justificar y tratar de explicar todo lo que nos sucede.
Un interesante dato recogido de la historia es el que se refiere a Clemente de Metternich, quien lideró por 27 años la cancillería del Imperio Austríaco, entre 1821 y 1848, en pleno auge del nacionalismo en Europa. Nos comenta la historia que el referido canciller solía decirle a su cochero: “¡Vayamos despacio! ¡Estoy muy apurado!”. Posiblemente estas palabras lo alejaron a Metternich del azar, del salto al vacío, de la imprudencia.
¿Por qué los peruanos hemos estado al borde de la anarquía en estas últimas semanas? Siguiendo a Basadre, podemos afirmar que lamentablemente hemos permitido que nos gobiernen los podridos, los congelados y los incendiarios. Cuando esto sucede, es altamente probable que el destino de los ciudadanos se encuentre entre Escila y Caribdis. Los malos gobernantes no son conscientes de las consecuencias de sus actos, responden a los instintos primarios, y los ciudadanos nos vemos envueltos bajo los designios del azar. Quedamos sin un norte claro y en total incertidumbre, la que en el camino cobra vidas; como las de Inti Sotelo Camargo, de 24 años, y Jack Bryan Pintado Sánchez, de 22 años.
En estas horas tumultuosas de la República, felizmente que el azar nos jugó a favor. Tenemos un presidente de transición que sabrá guiarnos hacia las primeras elecciones generales en el marco de nuestro Bicentenario. Ha nacido la Generación del Bicentenario, y guardamos la esperanza de que los peruanos hayamos aprendido de otro refrán popular: “Para matar a una mosca no es necesario destrozar el pastel”. Prudencia.
Comparte esta noticia