Como en toda profesión es la experiencia la que nos habilita en el buen desempeño, pero ¿Cómo saber si somos buenos en la tarea? Para eso los destinatarios de nuestros servicios expresan su satisfacción o insatisfacción con nuestra labor. En el caso de la educación básica, el Estado peruano ha implementado un sistema de incorporación a la carrera pública magisterial bajo el principio de la meritocracia que hace posible la incorporación y reconocimiento de docentes adecuadamente preparados en la especialidad que se demanda.
En el caso de las poblaciones cuyas culturas y/o lenguas requieren que la educación recibida se funde en su diversidad sociolingüística, la ley exige contar con docentes especializados en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) y hablantes de la lengua del territorio en donde ejercerán la docencia. Desde el 2011 los esfuerzos del sector educación no han cesado para lograr este derecho considerando además que se trata de poblaciones para quienes la educación formal ha llegado tardíamente por encontrarse en las periferias de los centros urbanos y por ser las que menos gozan de los beneficios del ansiado desarrollo. No obstante, se ha avanzado poco en 10 años.
Me atrevo a ensayar dos respuestas relacionadas entre sí para intentar explicar el poco avance en este aspecto: una tiene que ver con nuestra historia colonial y otra con la corrupción instalada. En cuanto a lo primero, prevalece la subvaloración y el desprecio por lenguas y culturas originarias porque se ha construido desde la colonización una jerarquía de lenguas y culturas bajo el ideal del mestizo castellanohablante, presente en las aspiraciones de muchas madres y padres de familia e incluso autoridades del mismo sector. Esta idea se alimenta de la educación misma, la mayoría de los medios de comunicación y la clase política mediocre de los distintos gobiernos de turno. Para muestra, los desafortunados comentarios de la Presidenta del Congreso a la Alcaldesa de Ocoña que evoca el rancio gamonalismo hoy presente como pensamiento y acción. Una segunda respuesta tiene que ver con los sistemas de contratación en manos de las instancias descentralizadas del sector educación, que, si bien debieran asegurar que las escuelas de sus ámbitos cuenten con docentes idóneos, son conocidas las historias de contratos de foráneos que no son docentes, que no conocen la cultura ni la lengua del lugar en donde ejercerán su labor.
Hoy cientos de docentes noveles, la mayoría procedentes de distintos pueblos originarios y graduados en las carreras de EIB, esperando la oportunidad para ser contratados en las escuelas que lo demandan. No hacerlo resulta un agravio contra los mismos pueblos originarios y un atentado contra los derechos de las niñas, niños y adolescentes indígenas y afroperuanos, que esperan ser atendidos con una educación pertinente que parta del reconocimiento de sus identidades étnico culturales y que tienen la capacidad para evaluar el desempeño de sus jóvenes docentes y prever así sus futuras contrataciones o nombramientos. No permitamos que la discriminación y la corrupción sigan limitando el derecho a una educación en diversidad.
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