Una de las mayores aspiraciones de los adultos con respecto a los niños y jóvenes es que puedan desenvolverse expresando lo que piensan y sienten, que sean capaces de formular libremente sus ideas y hacerse un juicio propio. Le toca a la familia y a la educación favorecer el desarrollo de estas competencias fundamentales. Pero ¿Qué sucede cuando las niñas, niños y jóvenes comienzan a desplegar estas competencias en aras de defender y luchar por sus derechos?
Desde hace algunas semanas se viene gestando el Movimiento Secundaria Combativa, integrado por estudiantes de colegios públicos que en principio llamaron a “evadir” el Metropolitano y cuando eso paso, una periodista los tildó de payasos e intentó ridiculizar su protesta. Hoy el movimiento está creciendo a nivel nacional y cuenta con amplia simpatía de padres de familia, profesores, gremios y ciudadanos de a pie, porque están siendo claros en expresar su disconformidad con el servicio educativo que reciben, y no solo eso, se han solidarizado con las demandas de maestros y jubilados, con los trabajadores ambulantes, con los despedidos de las empresas, con el personal de limpieza de sus colegios y sus míseros salarios, rechazan el acoso escolar, y se han declarado en defensa de la educación pública, científica y democrática, porque consideran que la mala educación también es violencia.
La respuesta por parte del Estado ha sido represiva, los han gaseado en las plazas, los ningunean a pesar que son la razón de ser de la educación básica e incluso, según declaran en su Facebook, sus lideresas han sido intimidadas por funcionarios de las UGEL. Por su parte, algunos sectores conservadores los han tildado de terroristas porque han adoptado como himno la “Flor de Retama” del maestro Ricardo Dolorier, un tema que evoca precisamente, la gesta de los escolares huantinos que en 1969 murieron en defensa de la gratuidad de la educación.
No obstante, nada parece amedrentarlos, por el contrario, el movimiento crece y corresponde a nuestras autoridades del sector educación invitarlos a una mesa a dialogar, para escuchar lo que piensan de la educación que reciben y sus propuestas para mejorarla, porque no hay protesta sin propuesta, y porque la historia enseña que los derechos conseguidos son resultado de las luchas de los movimientos sociales.
Somos una sociedad adultocéntrica que piensa a sus niños y jóvenes como adultos en potencia, los consideramos inmaduros e incapaces del ejercicio político, y nos cuesta creer que sean autónomos en sus decisiones. Grave error. Los “estudiantes conscientes” como se denominan a sí mismos, han entrado a la escena política, exigen sus derechos y quieren justicia para los más abandonados y vulnerados en el país. A mi juicio, la aparición del Movimiento Secundaria Combativa expresa el profundo descontento de las y los jóvenes con la educación pública, con las condiciones de vida de sus madres y padres, y las profundas desigualdades de la sociedad peruana. Ojo, tienen más de 10 000 seguidores en las redes sociales y aunque usen caretas de payaso, van en serio.
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