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Vida universitaria: retorno obligado

Dos años después, las ventajas de la virtualidad no son suficientes para una educación integral y en ciudadanía. La mayoría de programas de formación en el nivel superior han sido diseñados para la presencialidad; y si bien las universidades e institutos se esmeraron en su adecuación para entornos virtuales, no se compara a las muchas posibilidades que ofrecen las relaciones interpersonales directas

Desde mucho antes de la pandemia maestras y maestros (titulados o no) de las comunidades andinas y amazónicas; hicieron de las pampas, bosques, ríos y chacras sus aulas abiertas, en donde discurren currículos apropiados a sus culturas y en sus propias lenguas, una práctica que debemos seguir promoviendo y apoyando. En el caso de la educación superior, las aulas quedaron cerradas durante la pandemia y pasamos todos a la educación virtual, sin más alternativas.

El Consejo Nacional de Educación se ha dirigido a las autoridades y ciudadanía; recogiendo lo que muchos queremos: un retorno seguro a la presencialidad plena en todos los niveles educativos, siguiendo las medidas sanitarias.

Durante la pandemia, muchos jóvenes de la educación superior tuvieron la oportunidad de volver a sus lugares de origen. Trabajar, cuidar a sus familiares y organizar sus tareas en la flexibilidad que ofrece la virtualidad. Superando, así, los obstáculos de una conectividad deficiente en muchos lugares del país.

Pero dos años después, las ventajas de la virtualidad no son suficientes para una educación integral y en ciudadanía. La mayoría de programas de formación en el nivel superior han sido diseñados para la presencialidad; y si bien las universidades e institutos se esmeraron en su adecuación para entornos virtuales, no se compara a las muchas posibilidades que ofrecen las relaciones interpersonales directas: discutir, reflexionar colectivamente, trabajar en grupos, estudiar juntos, gestionar las fuentes bibliográficas, realizar ejercicios de aplicación, etc. Todos estos atravesados por relaciones de afectividad y compañerismo que caracterizan el aprendizaje.

| Fuente: Freeimages

No obstante, más allá del desarrollo curricular, hay un sinfín de actividades extracurriculares que propician la reflexión, la producción investigativa, la creación, el vínculo con la comunidad y la movilización social, favoreciendo el ambiente de aprendizaje y desplegando un conjunto de capacidades formativas para la vida profesional y en sociedad.

Los gremios y colectivos universitarios siembran y movilizan intereses diversos que hacen posible la interacción social, política y cultural de los estudiantes, recreando en cierta medida lo que acontece en la sociedad en general. De allí que los procesos electorales estudiantiles, los espacios de debate, la generación de nuevos colectivos, la producción artístico cultural y la recreación sean propias de la vida universitaria, aportando a la construcción de subjetividades juveniles estudiantiles.

Con lo vivido durante la pandemia, la enorme cifra de decesos y los cambios que hemos debido incorporar en nuestra cotidianidad para cuidar nuestra salud y la de nuestros seres queridos, un retorno total a la presencialidad representa la restitución de nuestro pleno derecho a la educación, a la salud emocional y a la formación ciudadana.

Lo que dejamos de hacer durante los dos años de la pandemia no lo recuperaremos, pero hoy con los aprendizajes de la experiencia y vacunados mayoritariamente, estamos listos para un reencuentro gozoso, cariñoso, profundamente humano, comprensivo y empático que nos permita retomar los vínculos en los escenarios educativos universitarios; reinventando las aulas, celebrando la vida de los que nos dejaron y haciendo de las casas de estudios los grandes laboratorios de pensamiento y acción.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Se desempeñó como coordinadora de la carrera de Educación Intercultural Bilingüe de la misma universidad. Educadora por la PUCP y USIL, con maestría en política social con mención en promoción de la infancia por la UNMSM, y doctoranda en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud por CINDE y la Universidad de Manizales - Colombia. Ha laborado como asesora de programas y proyectos en infancia para Plan Internacional, SaveTheChildren y Aldeas Infantiles.

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