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El violador siempre tiene la culpa

Muchas personas justifican a los violadores y culpan a las víctimas. Sin embargo, la psicología y la neurociencia demuestran que el violador siempre tiene la culpa.

La semana pasada, alguien muy cercano a mí, me contó una discusión que había tenido en redes sociales, pues un compañero de estudios, universitario y con una profesión al servicio de la sociedad, argumentaba frecuentemente que la culpa de las violaciones recae exclusiva y unívocamente en la víctima. ¿Cuál era su principal caballito de batalla? Nada más y nada menos que la «supuesta predisposición del hombre» para tomar sexualmente a una presa cuando la observa en su campo de visión. Para hacer más burda aún la defensa, mostraba imágenes de animales macho rodeando a una hembra en plena «cacería» (remarco esta palabra, porque es un término muy utilizado dentro de la cultura de la violación). Este orden de ideas, en otro momento, iba sustentado con la misma explicación que se escuchó en las noticias por parte de un abogado: «Si le gusta la vida social, ¿qué se puede esperar» (en clara alusión a la víctima).

Al unísono, todos, en la mesa familiar en la que nos reunimos quienes pasamos el aislamiento social juntos desde que inició, dijimos: «Pero es que no somos animales». Y esta es la cuestión medular de la columna de esta semana. Aunque nos parezca una obviedad, parece que muchos han olvidado que existe una diferencia estructural y funcional entre el cerebro de las demás especies animales y el de nosotros. En primer lugar, solo para remarcar cuán distintos somos, las áreas cerebrales implicadas en el comportamiento y en la cognición de alto nivel (pensamiento, razonamiento, análisis, atención, inhibición, autorregulación, etc.) de los seres humanos son tres veces más grandes en comparación con los chimpancés, nuestros parientes hermanos. Esto quiere decir que la cantidad de neuronas y conexiones neuronales que poseemos triplica la capacidad de esta especie. Si lo explicamos de forma práctica, ¿qué significa esto? Que tenemos la habilidad para regular nuestros impulsos y deseos, que podemos inhibir cualquier emoción por más intensa que esta sea, que estamos en la posibilidad de analizar nuestras acciones antes de llevarlas a cabo y que, en definitiva, ¡podemos no violar!

Se debe invertir en políticas preventivas que modifiquen patrones de pensamiento y comportamiento, los cuales giran en torno a justificar la conducta de violencia sexual y a culpar a la víctima.
Se debe invertir en políticas preventivas que modifiquen patrones de pensamiento y comportamiento, los cuales giran en torno a justificar la conducta de violencia sexual y a culpar a la víctima. | Fuente: Andina

Un dato más, por si aún quedan dudas sobre nuestra capacidad para autorregularnos, es que procesamos la información de forma diferente que los demás animales. Mientras muchos de ellos reaccionan a un estímulo, es decir, ponen en marcha conductas de forma inmediata sin antes reflexionar sobre sus posibles consecuencias, porque no poseen la competencia cerebral para hacerlo de forma óptima, los seres humanos respondemos a un estímulo, que no es lo mismo que replicar de forma automática, sin mediación de nuestro pensamiento. Pongamos esta explicación en palabras simples: los animales, ante un estímulo (otro animal, un objeto, una persona), actúan sin pensar; por ello, se habla de un «instinto animal» que los mueve. Sin embargo, las personas o, mejor dicho, el cerebro de las personas, detecta el estímulo (otra persona, un objeto, una sonrisa, un atuendo), lo procesa —el cerebro, en este punto, determina si se trata de un estímulo conocido; del contexto en que alguna vez lo percibió; y lo integra con recuerdos, ideas, conceptos, principios, reglas y creencias— y, solo después de todo ello, ejerce un comportamiento. Todo este sucede en cuestión de segundos o milisegundos.

Entonces, podemos comprender que, cuando el cerebro de una persona ve a una mujer vestida de determinada manera, primero, asocia este estímulo con sus ideas, preceptos, credos, etc. Si se trata de un cerebro saludable en todo el sentido de la palabra, lo que va a observar es a una persona con derechos, emociones, sentimientos, vida propia, decisiones, es decir, una persona a cabalidad; si se trata de un cerebro inmerso en la cultura de la violación, lo que va a observar será un panorama completamente distinto. Probablemente, pensará (y me disculpo por las siguientes expresiones, pero debemos hacerlas visibles para contrarrestarlas): «¡Qué tal hembra!», «Eso sí es una mujer», «Si se ha vestido así, quiere provocarme», «Al vestirse así se me está insinuando», «Si ha venido sola a una reunión de hombres es porque quiere algo más», etc. Todas estas ideas y creencias son las que determinan qué acciones vamos a llevar a cabo. Queda claro que, en el caso de este último cerebro, lo que podría suceder es un delito gravísimo.

¿Qué podemos hacer?

Concretamente, no hay otra solución que erradicar la cultura de la violación. Como lo propuse en una columna anterior, se debe invertir en políticas preventivas que modifiquen patrones de pensamiento y comportamiento, los cuales giran en torno a justificar la conducta de violencia sexual y a culpar a la víctima. Empero, también está en nuestras manos generar un cambio: si empezamos a cuestionar todas las ideas, creencias, juicios y principios que tenemos en relación con el tema de la violación sexual y, realmente, hacemos un mea culpa por todas las veces que, de alguna u otra forma, avalamos esta cultura, daremos el primer paso en esta lucha que es de todos.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.
Sebastián Velásquez Munayco

Sebastián Velásquez Munayco Psicólogo clínico

Autor publicado por UPC Editorial y Cerebrum Ediciones. Actual editor y escritor científico de libros y revistas digitales de Cerebrum Latam. Colaborador en el Manual de Publicaciones de la American Psychological Association (Editorial Manual Moderno). Docente principal de Cerebrum Latam.

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