Carmen es una mujer luchadora que ama profundamente a sus dos hijos: Larissa de nueve años y Miguel de apenas tres meses. Su historia es impactante, pero a la vez real. Luego de ser violada por el padre de su hija de ocho años, sale embarazada por segunda vez. Aquí su testimonio.
Hace ocho años Carmen decide dejar al padre de su hija de año y medio por motivos económicos y maltratos físicos y psicológicos. “Es una persona que no tiene deseos de superarse”, comenta Carmen sobre su ex pareja. Es así que ella se muda con su hija a casa de sus padres para vivir con ellos y su hermana.
Sin embargo, las dificultades recién asomaban. Poco tiempo después fallece su madre, quien fue para ella su brazo derecho, y a partir del 2013 empiezan los procesos judiciales entre los padres de la pequeña niña, él pidiendo régimen de visitas y ella demandándolo por no pagar pensión de alimentos.
Según cuenta Carmen, el padre de su hija fue en muchas ocasiones a buscarlas a la casa de su padre acompañado de un policía. “Una tarde tumbó la puerta, me golpeó y quedé inconsciente. Me costó mucho creer lo que podía haber hecho”, comenta. Cinco meses después, se dio cuenta que estaba embarazada.
“Tuve un fuerte trajin y sentí dolor en el vientre. Fui a sacarme una ecografía y me dijeron que estaba gestando. Recién ahí empecé a retroceder en el tiempo y pensar cómo pasó. Nos agredió a ambas. Ese día no había habido nadie en casa”, recuerda Carmen. Para ella, el daño ya estaba causado.
Tomó pastillas para abortar. Si bien no tuvieron el efecto deseado, sintió fuertes cólicos y botó un coágulo de sangre. Buscó desesperadamente en internet quién le practicara un aborto. Encontró personas que le ofrecían abortar desde mil hasta 5 mil soles dependiendo el tiempo de gestación.
Vio imágenes y videos de abortos que le impactaron mucho. Le sirvieron para pensar en el sufrimiento que con esta práctica uno causa al ser que crece dentro. Después de no saber qué hacer, se fue al hospital de cáncer durante dos horas y vio el drama de quienes no tienen ni siquiera para tratar su enfermedad.
Pudo comprender que “mi problema no era casi un problema, porque hay otras personas que tienen problemas mayores”. Al poco tiempo conoció a una psicóloga que le habló de la importancia de perdonar al papá de sus hijos. “Eso fue lo que hice, perdoné para yo estar bien y empecé a sanar”, señala.
“Tomé la decisión de tener a mi hijo porque no era justo seguir haciéndole daño. Durante la gestación hice infinidades de desarreglos. Sabe Dios por qué me lo está mandando en este momento preciso para mí y para mi familia”, pensaba Carmen, quien comenzó a alimentarse mejor, tomar ácido fólico y hacerse chequeos médicos.
Junto con la aceptación de su hijo, Carmen pidió a Dios conseguir trabajo para sostener a su hija y al bebé cuando nazca. Y así fue. “Empecé a trabajar vendiendo jeans y por tres meses no paré hasta el último día que me fui a dar a luz. Pude pagar el colegio de mi hija, el parto y todo lo que me pedían en el hospital”, recuerda con alegría.
Con mucha ilusión recuerda cuando en el hospital la enfermera le trajo a su bebé. “Fue una emoción grande, única, pero muy fuerte que no puedo explicar. Lo besé. Estaba tibiecito. Lo limpiaron y se lo llevaron”, comenta Carmen con su bebé de tres meses.
Aunque confiesa que los llantos algunas veces explosivos del bebé le preocupan y le dan miedo, pues “de repente será algo que recuerde o haya pasado. Eso me preocupa, me da un poco de temor. Sigo orando, sigo rezando, sigo pidiendo que esté sano”, comenta Carmen con su hermoso bebé en brazos.
Ahora ella quiere compartir su experiencia con otras mujeres y lo viene haciendo con éxito hasta ahora con dos mamás del colegio de su hija que la buscaron con ocho semanas y otra con cuatro meses de embarazo. “Yo les digo: me separé del papá de mi hija, pero no es que se me va a acabar el mundo. Puedo salir adelante”, dice.
Y agrega: “Tú sigue saliendo adelante, sigue trabajando por tu hija. Tienes que saber perdonar. Perdónale así esté mal lo que haya hecho para que tu te sientas bien contigo misma y con tu hija. Te lo digo por experiencia. No podía perdonar al papá de mi hija y contra ella me la agarraba”.
“Yo amo mucho a mi hija ahora con mi hijo en brazos, lo amo. Por ellos voy a salir adelante. Tener a mis dos hijos no me impide nada. Voy a seguir luchando para lo que quiero para ellos. No me arrepiento de absolutamente nada, de ninguna de mis decisiones”, señala Carmen.
Esta historia real me da esperanzas en medio de una cultura que muchas veces no presta atención a esas pequeñas vidas que sin pedirlo ni ser esperadas vienen al mundo. Son las madres quienes harán uso de su libertad para permitir o no que esos pequeños seres crezcan en su interior y puedan convertirse en portadoras de vida. La decisión de dar vida puede darles fuerza y un sentido mayor a sus vidas.
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