El pasado domingo 14 de junio el arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo, celebró una misa con más de 5 mil fotografías de las personas difuntas por COVID-19 en la Catedral de Lima. Esta celebración eucarística permitió a muchos tener la conciencia de la importancia de rezar por los difuntos.
Al abordar más a fondo el tema de la sepultura de los difuntos, así como de la conservación de sus cenizas existe un interesante y completo documento llamado Ad resurgendum cum Christo publicado por el Papa Francisco en agosto del 2016 que da importantes luces al respecto.
Según este documento, dar sepultura a los difuntos en cementerios u otro lugares sagrados es un antiquísima tradición cristiana. Esto “favorece el recuerdo y la oración por los difuntos por parte de los familiares y de toda la comunidad cristiana y la veneración de los mártires y santos”, señala.
En cuanto a la cremación de las cenizas, el documento señala que la Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica. Las cenizas del difunto deben mantenerse en un lugar sagrado, en el cementerio o en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente, explica el documento.
“Desde 1983, el nuevo código de derecho canónico con Juan Pablo II, permitió la incineración y cremación siempre y cuando no se haga por motivos contrarios a la fe. Hay que creer que vamos a resucitar y vamos a respetar las cenizas. No deben ser echadas al mar, no deben usarse para hacer aretes”, explica el Padre Carlos Rosell.
Sin embargo, “existe la costumbre muy arraigada de tener las urnas en las casas, explica el sacerdote. “Hay varios factores, un tema afectivo, otro económico y también de ignorancia que puede haber al respecto. Hay quien piensa que está bien tener un altarcito en casa con las cenizas de un familiar difunto”, señala.
Según el sacerdote, “puede darse la idea errónea, a parte de que es una falta de respeto, echar las cenizas al mar para que sea comida de peces”. También ocurre que algunas familias guardan las cenizas en las casas o se las reparten entre los miembros de la familia. Todo esto no es conforme a la tradición de la iglesia.
“Esto es una idea errónea que proviene del panteísmo del naturalismo o nihilismo. Del panteísmo porque es una idea de la nueva era de que los restos mortales se van a fundir con toda la energía cósmica y lo divino que esta presente en la naturaleza”.
“También proviene del naturalismo, el pensar que la naturaleza está al mismo nivel del hombre y que este es uno más en la naturaleza. Finalmente, también esta presente la visión nihilista, es decir, si no hay vida eterna tiremos estos restos a cualquier lado”, acota Rosell.
“Para los cristianos es muy importante sepultar a los muertos, porque nosotros creemos que nuestro cuerpo es templo del espíritu santo. Con la muerte hay una separación entre cuerpo y alma, el cuerpo se va a corromper se vuelve un cadáver. Sin embargo, Los cristianos creemos en la resurrección”, explica Rosell.
Finalmente dice que “hay mucha ignorancia en estos temas, la enseñanza de la iglesia sobre la vida eterna, en cómo tenemos que abordar la muerte, en lo que singifica el entierro”. Tenemos que catequizar sobre este tema desde un enfoque positivo, pues para quienes somos creyentes, tras la merte hay vida eterna.
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