Hace poco, María Sviatschi, una investigadora de la Universidad de Columbia, se preguntó si vivir cerca de un mercado ilegal de drogas afectaba el futuro de los niños y adolescentes expuestos a este. ¿En un futuro los convierte en criminales de la droga?
Su estudio*, con el provocador título de Creando un narco: Exposición temprana a mercados ilegales y carreras delictivas, es de especial interés para nosotros. Se centró en el Perú y nos abre los ojos sobre conexiones poco evidentes entre la droga, la ilegalidad, decisiones parentales y el devenir de niños y adolescentes.
Sviatschi halló que las personas que nacieron en un distrito de producción de coca en cuya niñez o adolescencia hubo precios altos tienen un 30% más de probabilidades de ser recluidos en un penal por haber cometido delitos vinculados al tráfico de drogas u otros delitos violentos, frente a las personas de la misma edad pero de distritos no cocaleros o frente a las personas de distinta edad de los mismos distritos cocaleros.
Lo particular es que estas personas cometen delitos vinculados al tráfico de drogas u otros delitos violentos, pero no aumentan su probabilidad de cometer otros como agresiones sexuales, delitos contra la propiedad, etc.
No basta con vivir en una zona cocalera para caer en el mal destino de la delincuencia. Esto no les sucede a todos los niños o adolescentes. Le sucede a un grupo particular de ellos. ¿A quiénes? A aquellos que fueron empujados por sus padres a trabajar. Cuando los precios de la coca suben haciendo más rentable el negocio, los padres incrementan el uso de sus hijos niños o adolescentes como mano de obra en la producción agrícola de coca.
El trabajo de estos niños y adolescentes implica muchas veces dejar de asistir al colegio porque su familia decidió tener su mano de obra para aprovechar los precios altos de la coca. En este caso, la formación del capital humano de estos niños y adolescentes se interrumpe o por lo menos se debilita. Y se sabe que la deserción escolar es una variable fuertemente asociada al inicio de la actividad delictiva.
La otra opción, según la autora, es que los niños y adolescentes expuestos a los mercados ilegales de la droga van acumulando capital delictivo. Empiezan recolectando hojas de coca en las chacras y luego van participando en otras etapas de la producción de la cocaína (preparación de pozas de maceración o transporte de la droga). Adquieren habilidades y conocimientos valorados en el mundo de la producción de cocaína. Aprenden acerca del proceso de cómo obtener cocaína, rutas y contactos. En todo caso, acceden a una red de contactos en el mercado ilegal de la droga. El acceso al mundo de la coca los marca incluso en los delitos futuros que cometerán.
Pero algunos adolescentes se “salvan”. El efecto de la exposición temprana al mundo laboral ilegal de la coca sobre la criminalidad no se cumple en los distritos en los que la producción es dedicada al mercado formal. Esto es importante, pues en estos casos las redes vinculadas a la producción de la droga son menos fuertes y tienen menos capacidad de desarrollar el capital delictivo.
Los resultados del estudio acá reseñado nos deben obligar a examinar críticamente las políticas sociales dirigidas a zonas cocaleras. No solo es ganarle la guerra a la droga, sino impedir que esta se lleve a los jóvenes, el tan soñado futuro del país.
* Sviatschi, María (2017). Making a Narco: Childhood Exposure to Illegal Labor Markets and Criminal Life Paths. http://www.micaelasviatschi.com/wp-content/uploads/2016/05/jmpMMSviatschi.pdf
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