El funeral de Raffaella Carrà fue vivido como un acontecimiento nacional que reunió a autoridades, amigos, colaboradores, bailarines o seguidores, incluso, fue retransmitido en directo por la televisión pública italiana.
La gran diva de la televisión italiana Raffaella Carrà, fallecida el lunes a los 78 años, recibió el viernes 9 el último gran aplauso en su funeral, como los que solía suscitar en todos los espectáculos con los fascinó al mundo entero.
Las exequias tuvieron lugar en la iglesia de Santa María in Ara Coeli de Roma y congregaron a unas doscientas personas, entre amigos y autoridades, dentro del templo, así como a cientos de admiradores en la calle, siguiéndolo en pantallas y soportando estoicamente el calor romano.
El féretro, expuesto en los últimos tres días en la capilla ardiente en el palacio del Campidoglio, el ayuntamiento de la capital, entró en la iglesia a hombros, tras haber hecho un último recorrido en un coche escoltado bordeando los Foros Imperiales.
La ceremonia dejó ver algunas lágrimas entre los asistentes, especialmente en el que fue su pareja y amigo, Sergio Japino, pero un largo y sentido aplauso rompió la solemnidad del momento, recordando de algún modo la estrella que fue.
"¡Qué gran mujer, artista y persona, ha sido un símbolo que ha cruzado un siglo y un milenio. Quizá solo ahora vemos todo lo que fue, un regalo. Este aplauso es todo para ti", proclamó desde el altar de la iglesia la presentadora y amiga Lorena Bianchetti.
Una despedida nacional
El funeral de Raffaella Carrà fue vivido como un acontecimiento nacional, reuniendo a autoridades, amigos, colaboradores, bailarines o seguidores, y, de hecho, fue retransmitido en directo por el primer canal de la televisión pública, la RAI.
La iglesia de Santa Maria in Ara Coeli, una de las más bellas de la capital, en lo alto de una de sus colinas, se engalanó con flores amarillas, el color preferido de la artista, y sus fotos más icónicas para este último adiós.
En su interior se sentaron, debidamente distanciados, sus más allegados, entre ellos el bailaor español Joaquín Cortés o la coreógrafa italiana Carmen Russo, mientras que en el exterior cientos de admiradores seguían la ceremonia en pantallas gigantes.
Mientras el féretro era sacado del templo, los fieles de la musa no escatimaron en aplausos y entonaron algunas de sus canciones más famosas; después pasaron uno a uno para tocar o besar la sencilla caja de madera en la que reposaba.
Una fiesta en el cielo
El funeral fue oficiado por el padre Simone Castaldi y cuatro frailes capuchinos del monasterio de San Giovanni Rotondo, custodio de los restos del santo más venerado de Italia, el Padre Pío, del que Raffaella Carrà era sumamente devota.
Castaldi alabó su ejemplo de humanidad y bondad práctica pues la suya no fue una vida "retórica".
"¡Quién sabe si nos damos cuenta de la importancia de los artistas, de cuánto bien generan en las personas", proclamó el sacerdote frente al féretro, rodeado de flores y fotografías.
"Reencontrarse en el cielo será una fiesta y estoy seguro de que encontraremos a Raffaella en ella, en primera fila", sostuvo.
Porque, explicó el sacerdote, ella, a pesar de las dudas que surgen antes de perecer, era consciente de "todo el bien que había sembrado", un bien "sin banderas ni colores".
Su última voluntad
El padre Castaldi habló de la profunda fe de Raffaella Carrà, sobre todo hacia el Padre Pío, santo de gran devoción popular. Tal es así que la artista acudía a menudo al monasterio, había amadrinado su nuevo centro de comunicaciones y en 2002 presentó un documental sobre su figura.
Por esa razón anunció que una de la voluntad de la diva era "volver" al lugar en el que se veneran los restos del santo.
Así, el cadáver de la artista será incinerado y después llevado al monasterio de San Giovanni Rotondo, una "etapa" previa al traslado de la urna al lugar en el que se quedará para siempre, su villa del Argentario, un monte en una península frente las costas toscanas.
La despedida de Roma, su ciudad adoptiva
Raffaella Carrà no era romana, sino boloñesa de nacimiento, pero la capital italiana se convirtió en el lugar en el que vivió e hizo carrera, elevándose como toda una italiana universal, rostro de los años más dorados del espectáculo italiano.
Por esa razón, en el funeral participó la alcaldesa, Virginia Raggi, que visiblemente emocionada recordó el amor de la diva por la ciudad.
"Creo que estaremos de acuerdo en concordar un adjetivo que la define: inolvidable. Adiós Raffaella, gracias por todo lo que hiciste y por todo lo que nos dejas", se despidió la regidora.
(Con información de EFE)
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