El delantero de Alianza Lima es en la cancha y la vida de la misma forma: un luchador.
No es amante de los cortes de cabello extravagantes, ni de las celebraciones estrafalarias. Al momento de declarar es cuidadoso y hasta “poco atractivo” para quienes buscamos firmados. Natural de Batán Grande, Lambayeque y formado en Sporting Cristal, ese es Janio Pósito. Un luchador de la vida que ha podido trasladar esas características a su juego y hoy se ganó, aunque no le guste mucho la idea, todos los reflectores luego ser la figura de la clasificación de Alianza Lima a la final del Descentralizado.
Su padre Alejandro, delantero como él, fue la imagen que necesitó para confirmar que ese era el camino que también quería recorrer. Aún adolescente, fue a parar a La Florida junto a un grupo de lambayecanos que terminarían su proceso de formación en la escuadra celeste. Con escasas oportunidades de jugar, en el 2008 arrancó la búsqueda. Con Juan Aurich, el equipo de su ciudad, apostando por contrataciones rimbombantes, había que mirar a otro lado. Bolognesi, Mannucci y Gálvez fueron sus primeros clubes en el interior, con poca suerte, pero el 2012 sería distinto. Los Caimanes de Puerto Eten le darían la oportunidad de jugar por primera vez junto a los suyos ¿El resultado? 31 goles en 85 partidos en cuatro años entre Primera y Segunda División.
Janio Pósito había logrado pisar la primera categoría y de ese lugar no quería salir, aunque eso le cueste volver a salir de Lambayeque. Había que, otra vez, “ensuciarse los zapatos” ahora en Cutervo y Huaraz, para llenarle los ojos al técnico del campeón, Alianza Lima.
La persistencia tuvo su premio máximo y aún visto con mucho escepticismo se instaló en La Victoria. Nueve goles en 25 partidos, dos en la semifinal y cinco en altura, le han terminado dando la razón a Pablo Bengoechea, el arquitecto de un equipo que encontró en Posito al obrero del gol.
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