Luciana García Nores, hija del expresidente, leyó una carta que dejó el líder aprista antes de atentar contra su vida. “Alan García no tiene por qué sufrir estas injusticias y circos”, sentenció.
El expresidente Alan García dejó una carta antes de suicidarse, según revelaron sus propios hijos durante el velorio del líder aprista. En ella, el político reiteró su inocencia respecto a las imputaciones que se le hicieron por supuestos actos de corrupción.
“Cumplí la misión de conducir al aprismo al poder en dos ocasiones. Impulsamos otra vez su fuerza social. Esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de ese movimiento. Por eso, y por los contratiempos del poder, nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de 30 años”, escribió el exmandatario.
En la carta, que fue leída por su hija, Luciana García Nores, el expresidente dijo que “jamás me encontraron nada”, en referencia a las denuncias que lo implicaban en los sobornos pagados por la empresa brasileña Odebrecht.
“En este tipo de rumores y odios repetidos, que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar o vejar y no para encontrar verdades. Por muchos años me situé por sobre los insultos. Me defendí y el homenaje de mis enemigos fue argumentar que Alan Garcia era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias”, sentenció el aprista.
En otro pasaje, García Pérez se refiere expresamente sobre las razones de suicidio: “No tengo por qué aceptar vejámenes. He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir estas injusticias y circos. Por eso, le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo; y mi cadáver, como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios”.
Alan García reiteró que “no hubo ni habrá cuentas ni sobornos ni riqueza” en las investigaciones que están en curso. “La historia tiene más valor que cualquier riqueza familiar”, sentenció.
El expresidente atentó contra su vida el miércoles en la mañana en su domicilio, en Miraflores, antes de ser detenido por la Policía Nacional en cumplimiento de una orden de detención preliminar dictada por el Poder Judicial.
García Pérez se encerró en su dormitorio y se disparó en la cabeza. Aún con vida, fue trasladado al Hospital Casimiro Ulloa, donde murió horas después.
Esta es la carta dejada por Alan García:
Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de ese movimiento.
Por eso, y por los contratiempos del poder, nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de 30 años. Pero jamás encontraron nada, y los derroté nuevamente, porque nunca encontrarán más que sus especulaciones y frustraciones.
En este tiempo de rumores y odios repetidos, que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar o vejar, y no para encontrar verdades.
Por muchos años me situé por sobre los insultos. Me defendí, y el homenaje de mis enemigos fue argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias.
No hubo ni habrá cuentas ni sobornos ni riqueza, la historia tiene más valor que cualquier riqueza familiar. Nunca podría haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano. Por eso repetí, otros se venden, yo no.
Cumplido mi deber en la política y en las obras hechas en favor del pueblo, alcanzadas las metas que otros países o gobiernos no han logrado, no tengo por qué aceptar vejámenes. He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos.
Por eso, le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones. A mis compañeros, una señal de orgullo; y mi cadáver, como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios, porque ya cumplí la misión que me impuse.
Que Dios, al que voy con dignidad, proteja a los de buen corazón y a los más humildes.
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