Durante años hemos oído repetir que todo iba de maravilla, que la nuestra era una democracia casi perfecta con una economía boyante, que bastaba con seguir en “piloto automático”. Pero la realidad fue develando con cada vez mayor crudeza que esa era una farsa. Una farsa de democracia en la que nuestros gobernantes y congresistas no nos representan, nos dan la espalda mientras priorizan sus negociazos y corruptelas, y pactan entre ellos impunidades. Una economía con un crecimiento que terminó en los bolsillos de unos pocos a costa de la explotación de las mayorías, de dejar en la informalidad y la precariedad a más del 70% de la población, a costa de mercantilizar la salud, la educación, las pensiones, a costa de dejar morir a miles de peruanas y peruanos por falta de oxígeno y atención oportuna en la pandemia.
¿Cómo pretender ante esta realidad que todo siga igual? El cambio es ineludible y debe ser estructural. Ya hemos intentado en los últimos años diversas reformas puntuales, pero lejos de mejorar la situación se degrada cada vez más. Es tiempo de redefinir las reglas de juego que rigen nuestro país, de identificar los valores que nos puedan guiar para salir de esta crisis, es decir, de establecer un nuevo pacto social: una nueva Constitución.
Quienes se oponen señalan que abrir un proceso constituyente significaría una imposición o un “salto al vacío”. Todo lo contrario, se trata más bien de reivindicar la esencia de la democracia: el diálogo para la construcción de consensos, y de devolverle el poder al soberano: el pueblo. Se trata de abrir un gran diálogo nacional en el que todas las voces sean escuchadas, en el que reflexionemos sobre las causas de las crisis múltiples que atravesamos, que recojamos lecciones y encontremos juntos el mejor camino para salir adelante. Se trata de una gran oportunidad para escribir juntas y juntos el futuro. Este diálogo empieza a abrirse ya en las calles, las casas, los barrios y comunidades, cada vez más peruanas y peruanos se plantean la necesidad de cambios de fondo, ¿por qué no darle un curso institucional a ese diálogo? Que lo decida la ciudadanía a través de un referéndum constituyente, que decida si quiere una nueva Constitución y, de ser el caso, que decida los plazos y procedimientos para escribirla.
En Juntos por el Perú respetaremos esa voluntad ciudadana y propondremos en el diálogo que la nueva Constitución reivindique claramente el poder del pueblo soberano por encima del poder del dinero, que ponga por delante la vida y el bien común, antes que el lucro; que garantice verdaderamente la salud y la educación como derechos y no las considere solo negocios que el sector privado debe proveer; que reconozca el derecho a la vivienda que Fujimori simplemente eliminó en la Constitución del 93; que le dé la capacidad al Estado de promover activamente sectores estratégicos de la economía como la agricultura, por ejemplo; que reivindique la soberanía sobre nuestros recursos porque hoy solo somos dueños de éstos mientras están en el subsuelo, luego, son las grandes empresas concesionarias las que deciden dónde llevarlos; que reconozca el acceso a internet como un derecho; que reconozca también a nuestros pueblos indígenas, sus derechos colectivos, su derecho al territorio integral, que garantice políticas frente al calentamiento global.
Los peruanos y peruanas hemos demostrado durante estos difíciles tiempos nuestra valentía, nuestra capacidad de asumir cambios, de llegar a acuerdos, de tejer redes de solidaridad, de encontrar el camino para salir adelante en unidad. Es tiempo de darnos la oportunidad de escribir juntas y juntos nuestro futuro.
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