En la acción política, para hacer una buena gestión, es absolutamente imprescindible saber diferenciar entre lo que es urgente, lo importante y lo necesario. Lo urgente, como el covid, tiene plazo corto, el tiempo apremia y debe atenderse.
Lo importante, como el saneamiento económico, no tiene un plazo tan corto, pero es prioridad atenderlo. Lo necesario, es relevante, se debe hacer; pero, puede esperar condiciones, pues el tiempo no apremia.
Al momento no es urgente ni importante el cambio de la Constitución y, menos aún, llamar a una constituyente. Tales ofrecimientos, son absolutamente inapropiados y demagógicos, propios de quienes no tienen nada más concreto que ofrecer.
Primero, lo primero.
El Perú, atraviesa un periodo difícil a raíz de la pandemia del Covid y, más aún, una segunda ola, que está generando más muertes. Este es el problema principal y urgente que deberá todavía atender el próximo gobierno.
Problema importante es el económico: urge el apoyo a las empresas formales, la formalización de las informales, la recuperación de empleos, incentivos al sistema productivo estratégico, al turismo, la agro exportación, la pesca y a la minería respetuosa del medio ambiente.
Pregonar el cambio de la Constitución y una constituyente, en una situación como la indicada, no es oportuno ni expresión de un buen criterio ni de la convicción de la mayoría de peruanos.
En principio, no parece existir un espíritu constituyente, vale decir, la existencia de dos elementos; primero: unanimidad o una gran mayoría convencida de cambiar la constitución y, segundo, unanimidad o mayoría, respecto al sentido de los cambios en la nueva constitución.
Hoy en día se abusa al vender la idea de que el cambio constitucional solucionará muchas cosas; pero, quienes somos abogados, bien sabemos que las normas no cambian la realidad y que las mejores normas, siempre pueden ser desvirtuadas por sus operadores.
Precisamente, por ello se dijo: Más vale malas normas y buenos jueces, que buenas normas y malos jueces. Así se deja por sentado que son los seres humanos, quienes instrumentalizan las normas y quienes las usan, para bien o para mal.
Los cambios, requieren consensos.
Lo referido, no quiere decir que las normas no importen; pero, lo más importante al cambiar las normas o una constitución es el acuerdo unánime o mayoritario que la hará respetar, inclusive en las calles, cuando se pretenda torcer su sentido.
Hoy en día, son pocos los que piden cambiar la constitución y muchos de quienes lo repiten, ni siquiera tienen claro qué es lo que pretenden que se cambie. Y también existen posiciones muy opuestas entre los que pregonan el cambio.
No sería bueno que, al iniciar el nuevo gobierno, tengamos una asamblea constituyente, que genere incentivo para que ciertos políticos, busquen presionar en las calles, uno y otro día, sobre el contenido de los artículos constitucionales, conforme sus intereses particulares.
El país convaleciente, requiere ordenarse y desarrollar planificadamente su despegue económico y la búsqueda de empleos; y no llevar a las juventudes y a los desempleados a las calles, para luchar por promesas normativas.
El Perú, requiere sosiego y tranquilidad, paz social y gobernabilidad, acuerdos políticos sobre puntos fundamentales y ofrecer las mejores oportunidades a los peruanos, para generar puestos de trabajo y el ingreso del capital extranjero.
Por lo demás, no sería sano mantener, a la vez, una asamblea constituyente y a un nuevo Congreso, pues ello podría desencadenar enfrentamientos a partir de los encargos legales que les corresponden.
Finalmente, sí consideramos que debe haber cambios en la Constitución, los que deberán esperar al momento más apropiado.
Comparte esta noticia