La población peruana, severa en su juicio sobre la clase política, no se desentiende del estado de nuestras instituciones. Además, la corrupción ha pasado a ser la preocupación principal, desplazando a la inseguridad ciudadana.
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A menos de 48 horas de que el Fiscal de la Nación removiera a los fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez, dejó sin efecto sus propias medidas y los ratificó, permitiendo que continúen con las investigaciones del caso Lava Jato. Tanto en la revocación del lunes como en el restablecimiento del miércoles, Pedro Chávarry ha dado muestras, por lo menos, de una falta patente de criterio y profesionalismo. Para los que todavía dudaban, ha quedado establecido que no es la persona idónea para liderar la institución encargada de perseguir el delito y proscribir la impunidad. Y aunque aún no está resuelta la crisis, podemos sacar algunas conclusiones:
1-La población peruana, severa en su juicio sobre la clase política, no se desentiende del estado de nuestras instituciones, es decir de nuestra democracia. Las marchas pacíficas registradas en Lima y muchas ciudades del interior desde el anuncio de la revocación evidencian una indignación generalizada, que es una manera de expresar la esperanza en un país regido por leyes y gobernado por autoridades honestas.
2- La corrupción ha pasado a ser la preocupación principal, desplazando a la inseguridad ciudadana y la creación de empleo. Eso supone reconocer que la corrupción no solamente obstaculiza nuestro crecimiento económico, sino que destruye la confianza entre los ciudadanos y en las instituciones.
3- La mayor parte de los peruanos adhiere a posturas moderadas y desconfía de soluciones arbitrarias y actitudes autoritarias. Tenemos que felicitarnos de que la indignación no haya desbordado en actos de violencia, tal y como hemos visto suceder en otros países.
4- En todas las instituciones, existen ciudadanos que toman en serio sus deberes, que enfrentan la arbitrariedad de malos jefes y que priorizan de verdad el interés de nuestro país. Lo hemos visto en la Fiscalía, pero también en el Congreso y en los partidos políticos.
5- Además de las fuerzas en pugna, existen en nuestro país autoridades morales, líderes espirituales, dirigentes sociales, intelectuales y especialistas capaces de ubicarse por encima de intereses particulares e ideologías enceguecedoras.
6- En la época de redes sociales, la prensa sigue jugando un rol esencial para diferenciar las informaciones seguras de las especulaciones interesadas. Los peruanos rechazamos el secretismo pero también las distorsiones de la verdad y la voluntad de imponer, contra la evidencia, un punto de vista o un respaldo interesado.
Continuidad democrática
Ese es el estado de nuestro país, que está viviendo su ciclo más largo de crecimiento económico y que se apresta a superar el mayor período de continuidad democrática de su historia. Hasta ahora nunca hemos logrado superar sin golpe de Estado los 19 años que transcurrieron entre la elección de Nicolás de Piérola en 1895 y el derrocamiento de Guillermo Billinghurst en 1914. El año que comienza nos toca confirmar que con imperfecciones y amenazas, somos capaces de resolver nuestros problemas al interior del sistema democrático que, según la ironía que formuló Winston Churchill en 1947, “es el peor de los sistemas, con excepción de todos los demás”.
Nuevas autoridades
En estas circunstancias han entrado ayer en funciones los 25 gobernadores regionales, los 196 alcaldes provinciales y los 1874 alcaldes distritales. Todos ellos son autoridades nuevas, que dispondrán de más recursos que nunca y que seguirán en funciones cuando celebremos el bicentenario de nuestra vida independiente. Les deseamos el mayor de los éxitos. Y seguiremos cumpliendo nuestro deber de observación independiente, porque nuestra tarea como empresa de comunicación es contribuir a evitar que el poder se ejerza al margen del imperio de la ley.
Las cosas como son
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