Una pareja de fotógrafos compartió en redes una discusión que sostuvo con una agente de influenciadores, quien buscaba canjear el trabajo de 4500 euros por “difusión en redes”.
A ver si le vamos bajando al tema de los “influenciadores”, y ponemos en perspectiva que hay que pagar por las cosas que queremos. La firma Betrothed & Co, pequeño negocio de una pareja de fotógrafos, compartió en sus redes sociales parte de una solicitud de influencers para una boda.
Frankie Lowe y Laura Dunning, los fotógrafos de la firma fueron contactados por una agente de relaciones públicas que administra, entre otros clientes, la imagen de unos “influenciadores”. La idea era que los fotógrafos cubran la boda de estas dos “casi celebridades” – hoy se requiere llegar a 30 mil seguidores para considerarte una celebridad – y entregaran una producción importante de fotos y videos de la ceremonia y el evento.
Según detallaron, la agente pedía 1000 fotos y un video en formato documental de una hora de duración. El costo de este paquete de producción está valorado, por la firma, en 4000 libras (4500 euros aproximadamente). Frente a esa propuesta, la agente decidió hacer una contrapropuesta distinta.
Lowe y Dunning señalan que el pago ofrecido consistía en una campaña digital que los influencers harían de su firma, además de ofrecer un descuento de 25% para los seguidores de estas celebridades menores, sin ninguna retribución económica por ese descuento; pues, en conjunto, ambas “estrellas digitales” – cuyas identidades son desconocidas por los denunciantes – suman 55 mil seguidores en redes. Es decir, los fotógrafos no solo iban a trabajar gratis en una mega producción, sino que también deberían reducir el 25% de sus ingresos para satisfacer la demanda de seguidores en otras cuentas.
Ante tamaña propuesta, los realizadores decidieron desistir y exponer que el trabajo artístico debe ser remunerado en base al presupuesto señalado en la proforma.
A pesar de los buenos términos, la agente consideró esta respuesta como un abuso. No solo refirió que otras marcas pagarían por cubrir el evento. Aprovechó para amenazarlos con una lluvia de críticas en redes desde las cuentas que ella representaba.
La firma ha agradecido el apoyo de sus clientes, y la solidaridad de éstos ante los ataques infundados en redes sociales.
A ver si entendemos de una vez que una persona influyente no se mide por una métrica, sino por el contenido que emociona a quien lo sigue. Cuentas que buscan cosas gratis, basadas en una métrica inflada con boosts pagados o que son parte de una recomendación de otras cuentas grandes, no son la mejor inversión de tiempo de la gente ni de dinero de las marcas. Un servicio cuesta, y se debe remunerar en la misma medida del esfuerzo y la logística para cumplirlo. En tiempos de influencers, el barro es más fácil de derretir.
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