"Ya no estoy aquí" es un film atractivo de Netflix que nos muestra la vida de Ulises, un joven del movimiento Kolombia en México que escapa a Estados Unidos tras un crimen ligado al narcotráfico. Aquí nuestra crítica.
La discriminación, la soledad y la cumbia. Esos son los tres puntos que aborda "Ya no estoy aquí", segunda película del mexicano Fernando Frías de la Parra, disponible ahora en Netflix. Un filme que se aleja del drama efectista y la denuncia social, donde las situaciones lacrimógenas no existen ni se edulcora con finales felices, y que retrata el mundo hostil y azaroso en el que vivimos.
El argumento es sencillo y se ubica en los tiempos más violentos que azotaron México. Tras verse envuelto de forma casual en un asesinato relacionado a los narcos, Ulises, un joven de 17 años y líder de una pandilla llamada "Los Terkos" —un grupo que pertenece a su vez al movimiento Kolombia, caracterizado por su pasión por la cumbia y el vallenato— que se ve en la obligación de emigrar a Estados Unidos para proteger a su familia y a él mismo. No hay alegría, ni deseos de superación. El sueño americano aquí no existe.
La vida de Ulises, entonces, se divide en dos ciudades que sobre un mapa parecen distintas, pero en la realidad tienen mucho en común. La primera es su empinado y peligroso barrio de Monterrey, donde las caminatas, los bailes de cumbia, la comunicación en jerga, son parte de su ambiente. Frías de la Parra aprovecha estos espacios para captar a su personaje junto a los suyos, un grupo de muchachos unidos por estilo de vida en común, una vestimenta de amplio tamaño y peinados similares. Es la connotación de su lado más íntimo y feliz.
La segunda es la inhóspita Nueva York. En este otro lado de la frontera, la vida es tan dura como en Monterrey y no hay tiempo para bailar como quisiera. La felicidad le es esquiva, solo está su lucha por salir de esa soledad que lo atrapa y estruja. También hay mucha nostalgia, que lo lleva a recordar momentos en su Monterrey que, sin ser un paraíso, es donde pertenece y buscará regresar.
"Ya no estoy aquí" sobresale por sus actuaciones, sobre todo de la pandilla. La mayoría de sus personajes no son actores profesionales y eso le da un aire de hiperrealidad al relato. Destaca, sin duda alguna, Juan Daniel García, quien encarna el papel de Ulises. Este se caracteriza por tener una mirada inexpresiva, opaca, y un tono de voz pausado, susurrante, que evita la impostación.
Mejor aún son sus potentes y cautivantes escenas de baile. La cámara, casi quieta, enfoca los movimientos circulares y a la vez imponentes de los integrantes de la banda, peculiares en su estilo. Además, son acompañadas de cumbias y vallenatos que ellos escuchan, las que se caracterizan por sus cambios de modulación, que se oye pausada, rebajada y muy agradable. Así, Frías de la Parra marca distancia del artificio y el exotismo.
Lo menos logrado del film es la aparición del personaje femenino que Ulises conoce en Nueva York. Su inclusión rompe naturalidad, deja entrever un cálculo, como si se buscara forzar un romanticismo en el relato. Menos mal ese sendero conduce a lo inesperado. Otro fallo es esa diferenciación que hace Fernando Frías de la Parra de los ciudadanos estadounidenses con los mexicanos, pues vemos que la discriminación proviene de un solo lado. A pesar de ello, estos tropiezos no afectan de manera significativa el filme. Con lo cual, “Ya no estoy aquí” continúa siendo una de las películas más interesantes del catálogo de Netflix.
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