Antes del descubrimiento de los yacimientos petrolíferos de Ekofisf, Noruega era ya una democracia consolidada, con instituciones sólidas. De igual forma, contaba con una estructura productiva donde la explotación de recursos naturales, pesca, silvicultura y energía hidráulica, jugaban un rol preponderante.
El hallazgo de las primeras vetas petroleras a fines de los años 60, fueron un elemento clave para el despegue noruego, de acuerdo con las investigaciones de la experta en economía internacional Eszter Wirth. Hoy Noruega lidera el ranking de Desarrollo Humano elaborado por Naciones Unidas, además es el país que mejor garantiza la seguridad de las pensiones, según el último Global Retirement Index. Por si fuera poco, en apenas cuatro décadas, se convirtió en el tercer exportador mundial de hidrocarburos, solamente detrás de Arabia Saudita y Rusia.
Al momento de comenzar a explotar Ekofisf, en el año 1971, el gobierno noruego fue sumamente exigente con la llegada de inversión extranjera, obligándola a pagar altos impuestos, constituir empresas mixtas con actores económicos locales, dar formación a personal y transferir tecnología a empresas noruegas. El objetivo era consolidar encadenamientos productivos originados por la actividad petrolera.
Hoy, casi cinco décadas después, se ven los resultados de esta apuesta. Noruega es líder mundial en materia de buques de transporte, estudios sísmicos, plataformas marítimas, entre otros. A la fecha, dos empresas son las principales responsables de la actividad petrolera, Statoil y la Inversión Financiera Directa del Estado (SDFI por sus siglas en inglés). En la primera, el Estado es propietario del 62.5% de las acciones, mientras que SDFI es una empresa pública.
Uno de los pilares fundamentales del modelo noruego descansa en el Ministerio de Finanzas y el Banco Central, ya que son estas entidades las responsables de la administración de los fondos provenientes de la actividad petrolera. En 1990, se aprobó la Ley del Fondo Gubernamental del Petróleo. Dicha ley persigue dos objetivos fundamentales, el primero es contar con una reserva de estabilización económica que equilibre el gasto público respecto a las fluctuaciones derivadas de los ingresos petrolíferos. La segunda es contar con ahorros para afrontar el previsible incremento del gasto en pensiones.
Al 2019, el citado fondo fue el primer instrumento financiero en superar el billón de euros de patrimonio, es decir un millón de millones. Esto equivale a que cada uno de los 5.3 millones de noruegos le corresponden aproximadamente 187 mil euros de pensión, subraya la sección económica del diario el País. Otro aspecto destacable es que el Ministerio de Finanzas y el Banco Central de Noruega, vía su brazo operativo, el Norges Bank Investment Management (NBIM), han logrado una rentabilidad media anual del 8%, lo que equivale 600 mil millones de euros.
En comparación, los resultados del modelo público-privado implementado en el Perú son desoladores. La pensión promedio asciende a US$308 mensuales dice el Instituto Peruano de Economía. La Comisión de Protección Social indica que el 80% de los peruanos no tendrá “acceso a una pensión mínima ni tampoco tiene la capacidad de contribuir lo suficiente para sus ahorros individuales”.
A manera de conclusión, la empantanada reforma del sistema previsional en nuestro país debe tener como referencia la experiencia noruega. ¿Por qué no crear un Fondo previsional público basado en las ganancias que genera la explotación de nuestros recursos naturales no renovables?
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