Desde el intento de golpe de estado de Pedro Castillo, el 7 de diciembre del 2022, los activistas promotores de las manifestaciones que se han visto en el país, las cuales han sido especialmente fuertes en la macroregión Sur, han buscado hacer de la demanda constituyente parte de su pliego reclamatorio para el Perú post-Castillo.
Esta demanda no es nueva en el imaginario de la izquierda peruana, figurando como promesa de campaña no solamente Pedro Castillo, también Verónika Mendoza y Yonhy Lescano en las elecciones generales del 2021. Gracias a los eventos de los últimos meses y semanas, el número de personas demandando un proceso constituyente se ha hecho más visible.
De por sí existen inclusive voces que alegan que los eventos de las últimas semanas, como las manifestaciones en la capital y en las regiones, indican que el Perú estaría experimentando un supuesto “momento constituyente”.
Quienes sostienen aquel argumento han buscado establecer puntos de comparación con diferentes procesos constituyentes en la región, incluyendo a Venezuela en 1999, Bolivia en 2006, Ecuador en 2007 y el intento que tomó lugar en Chile en 2021. Sin embargo, vale la pena realizar una pregunta clave: ¿se asemeja la situación del Perú con la situación de dichos países en vísperas de sus procesos constituyentes?
Para responder dicha pregunta es clave evaluar lo sucedido, en primer lugar, en Venezuela tras el éxito de Hugo Chávez en las elecciones generales de 1998. Desde el periodo de la campaña electoral, Chávez Frías hizo del proyecto de refundación constitucional parte clave de su plataforma política, aludiendo a la falta de inclusión social y económica que, a sus ojos, caracterizaba a la constitución venezolana de 1961. Durante este periodo, sin embargo, Venezuela no gozó con un estallido social asociado directamente a un proceso constituyente similar al visto más tarde en Bolivia o Chile, pero sí se dio el Caracazo, una revuelta social en respuesta a ajustes económicos en el que se dieron cientos de fallecidos. A esto se añade por lo menos una década de decadencia económica y de un uso ineficiente de las enormes riquezas petroleras del país. Bajo estas condiciones, vale resaltar que uno de los principales factores que facilitaron el éxito de la propuesta de refundación constituyente en el caso venezolano fue el liderazgo personalista de Chávez Frías, quien obtuvo una victoria electoral en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 1998, con un 56.2% del voto, cerca de 3’674,682 votos, lo cual contrasta con el caso peruano, donde Pedro Castillo obtuvo apenas 18.92% del voto en la primera vuelta electoral del 2021, y cuya victoria en segunda vuelta dependió de apenas 44,263 votos, o apenas 0.26% de los votos válidos.
Cuando se trata del caso boliviano, es importante tomar en cuenta el legado de la Guerra del Gas (2003-2006), un conflicto social que no solamente tuvo un rol clave en el ascenso de Evo Morales al escenario de la política nacional de nuestro vecino altiplánico, también resaltó puntos discursivos clave que pasaron a caracterizar la plataforma constituyente del Movimiento Al Socialismo (MAS) de Morales, tal y como la soberanía sobre los recursos naturales, la autodeterminación de los pueblos originarios y la inclusión social y económica de la población indígena de Bolivia. Este conflicto social, el cual tuvo una duración de tres años, catapultó a Morales como una de las principales figuras de la política boliviana, pasando de un 20.94% de los votos válidos en la primera vuelta del 2002 a una victoria en la primera vuelta del 2005, con 53.72% de los votos válidos. Fue dentro de este contexto de conflictividad social prolongada y éxito electoral de una alternativa política no tradicional y de fuerte caracterización identitaria que prosperó la propuesta de refundación constituyente del masismo, el cual pasaría a ocupar 137 de los 255 escaños de la Asamblea Constituyente boliviana del 2006.
Finalmente, también vale la pena evaluar los casos del Ecuador en 2007-2008 y de Chile en 2020-2021, puesto a que estos no se asemejan del todo a los escenarios constituyentes experimentados por Venezuela y Bolivia previamente. Las principales diferencias que vale la pena resaltar en ambos casos son la ausencia de un movimiento político establecido cuya maquinaría de movilización facilitase el éxito de tal proyecto. En Venezuela, Chávez gozó del Movimiento V República (MVR), y en Bolivia, Morales contó con el Movimiento Al Socialismo. Esto no quiere decir que en el caso ecuatoriano, por ejemplo, Rafael Correa no contase con un agrupación política - la Alianza País pasaría a ocupar 80 de los 130 escaños de la Asamblea Constituyente de 2007, mientras que en Chile, la afiliación política de los manifestantes fue plural, con partidos como el Partido Comunista Chileno (PCCh), Convergencia Social, Revolución Democrática y otras fuerzas estuvieron presentes. Adicionalmente, es vital destacar que, en el caso chileno, de acuerdo al politólogo Tomas Mora Borcoski, el estallido social cuenta con un origen no del todo ideológica, puesto a que el rechazo a la constitución política de 1980 no es exclusivo a la izquierda chilena. Entre tanto, en el caso ecuatoriano, el momento constituyente se da tras cerca de una década de inestabilidad económica y política en el país, con el respaldo a la Asamblea Constituyente propuesta por Correa viniendo principalmente desde un sentimiento “anti-establishment” en el electorado ecuatoriano.
Considerando estos factores, no sería del todo apropiado referirse a la situación por la cual atraviesa el Perú como una similar a los supuestos momentos constituyentes vistos en la región durante las últimas décadas. El supuesto estallido social apuntado por la izquierda del país en las últimas semanas no ha actuado como una reacción ante una serie de factores de naturaleza histórica o económica, pero a su vez, como una reacción identitaria hacia la salida de Pedro Castillo de la presidencia de la república y una percepción de falta de legitimidad para con la figura de su sucesora, Dina Boluarte. A su vez si bien se ha notado un grado de movilización social que destaca por lo sostenido en el tiempo en cuanto a número de manifestantes, se encuentra lejos de los números vistos en Chile, Bolivia o Venezuela donde las manifestaciones en la capital eran de decenas o inclusive unos cientos de miles de personas.
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