Caso 1: El presidente de un gremio empresarial declaró a la prensa que estaba en desacuerdo con las medidas del gobierno para prevenir la pandemia del coronavirus porque iba a afectar a las empresas turísticas al venir menos viajeros al Perú. Es una total falta de empatía con la población peruana que podría ser contagiada por los turistas que vienen del exterior, con los empleados del sector, e incluso atenta contra sus propios intereses. Las medidas preventivas, que seguramente van a durar algunas semanas, permitirán que vuelva a la normalidad pronto, pero si los turistas llegan sin control y los enfermos se multiplican los efectos sobre la economía podrían durar años. Los hombres de negocio deben pensar en los otros, y no solo en sus bolsillos; en sus ganancias de largo plazo, y no solo en las de corto plazo.
Caso 2: Un hombre de negocios del sector turismo, al ver que no van a venir turistas despidió al 50 % de sus trabajadores. La empresa Mercedes Benz, cuando vino la crisis financiera mundial del 2008-2009 y sus ventas se vinieron abajo, hizo un convenio con su sindicato, redujo los salarios a la mitad, se dedicaron a mantener y mejorar sus equipos, entrenar al personal, estudiar los posibles nuevos mercados; no despidió a nadie. Hoy día Mercedes es la empresa automotriz más prestigiosa, más eficiente y más innovadora. Ahora, frente al coronavirus, la empresa australiana Atlassian, un gigante del software, ha decidido cerrar todas sus oficinas en el mundo, pero el personal seguirá recibiendo sus remuneraciones. Los empresarios deben pensar que sus trabajadores son su recurso más valioso, deben encarar esta crisis juntos, ayudarlos a superarla, y tendrán una fidelidad a prueba de balas, más clientes, mejor atendidos, muchas ideas para innovar y ser más eficientes.
Caso 3: Una señora va al supermercado más cercano y llena seis carretillas de productos de primera necesidad, principalmente alimentos no perecibles y papel higiénico. Tiene el dinero, puede comprar los productos que le da la gana, es un mercado libre y ella ejerce su libertad de elegir. Varias de estas señoras con el mismo comportamiento dejan al supermercado vacío; otros ya no pueden conseguir esos productos. No piensan en los demás, en las necesidades de los otros, de los vecinos y no tan vecinos. Su seguridad y su bienestar los logran al costo de las carencias y el sufrimiento de los otros. Después esas mismas señoras se quejan de que no hay seguridad ciudadana, que hay muchos robos, que necesitan alarmas y guardaespaldas. Piden pena de muerte para los delincuentes, como si su decisión de acaparar hoy día no tiene nada que ver con las reacciones y decisiones de los demás.
Los valores que están detrás de estos comportamientos están flotando en la sociedad peruana desde hace mucho tiempo, pero se han acentuado en los últimos 30 años: egoísmo, individualismo, consumismo, codicia y cortoplacismo. Con ellos en acción, multiplicados por el miedo y pánico, expandidos al extremo por las redes sociales, no vamos a resolver esta crisis que tenemos al frente, sino que vamos incluso a agravar la crisis estructural que arrastramos desde hace años.
Solo saldremos adelante si apelamos a la solidaridad, a la empatía, a la bondad, a la compasión, al bien común y a la cooperación comunitaria. No se trata de contraponer estos valores con los otros, proteger su vida, buscar el bienestar de la familia, querer mejorar económica y socialmente, invertir en el futuro, poseer bienes, no es incompatible con los valores mencionados. Pueden convivir, pero los primeros tienen que prevalecer si es que queremos superar esta crisis, y mejorar todos como país.
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