Las crisis que afectan en estos momentos a varios de los países de América Latina están siendo analizadas desde sus ángulos políticos, económicos y sociales. Miles de textos han sido escritos al respecto en estos más de 40 días que han pasado desde el inicio de las revueltas en Chile, pero ninguno ha tomado un aspecto que a mi juicio es también fundamental: la dimensión espacio-tecnología-tiempo histórico.
Desde esta columna venimos advirtiendo de la necesitad de la transformación productiva de las economías de la región para insertarse de lleno a la Cuarta Revolución Industrial (4RI). Estamos viviendo una era donde debemos generar conocimiento localmente para crear sistemas de inteligencia colectiva que nos permitan enfrentarnos con ventaja frente a la inteligencia artificial que ya proviene del exterior.
El problema más grande que tenemos en América Latina es que no aprovechamos la época de la bonanza de los altos precios de las materias primas para invertir en desarrollar los recursos que hoy resultan claves para la 4RI: educación, infraestructura y ciencia, tecnología e innovación. Hoy esa falta de visión nos presenta ante el mundo como una región todavía muy dependiente de sus recursos naturales: minería, petróleo, gas y productos agrícolas básicos (soya, algodón, azúcar, etc.).
Nuestras economías no han seguido avanzando hacia esta 4RI y se quedaron en el sistema postindustrial global de las últimas décadas del siglo XX. Tenemos bajas tasas de absorción de nuevas tecnologías y nuestras capacidades en innovación son muy débiles, siendo pocas las empresas “unicornio” que han nacido en América Latina y muchas menos, las que aún operan en nuestro territorio bajo el mando de sus creadores.
Para alcanzar los primeros lugares de bienestar en los rankings mundiales, las naciones deben crear riqueza a partir de los recursos y las tecnologías fundamentales de la era histórica por la que atraviesan. Así en años anteriores, las naciones que poseían piedras con características especiales (sílex, obsidiana, etc.), o minerales de cobre y estaño (para producir bronce), o minerales de hierro, o máquinas de vapor, o de electricidad, o desarrollaron la informática, fueron las que alcanzaron mayores estándares de vida que las naciones que no poseyeron esos recursos.
¿Por qué la ciencia y la tecnología son claves para alcanzar el desarrollo de las naciones? Porque la 4RI se desenvuelve en un contexto donde el recurso fundamental es el conocimiento y las tecnologías clave reciben el nombre de “tecnologías transformadoras”, por su capacidad para transformar los sistemas productivos, comerciales, económicos, políticos, sociales y ambientales que nos han regido hasta ahora. Si América Latina quiere seguir creciendo sostenidamente no tiene otro camino que absorber y dominar esas tecnologías y desarrollar nuevas.
Cada día surgen nuevas tecnologías transformadoras: biología sintética, edición de genes, nuevos materiales nanoestructurados, ingeniería biomédica, blockchain, manufactura aditiva 3D/4D, internet de las cosas, realidad aumentada, realidad virtual, inteligencia artificial, computación cuántica, etc.; lo cual amplía la brecha de conocimiento de nuestros países de América Latina con los grandes núcleos generadores de tecnologías (Estados Unidos, Europa, Japón y China), impactando negativamente a nuestro futuro, porque prácticamente cada producto peruano de exportación ya tiene un substituto tecnológico con mejores características intrínsecas o de uso que nuestros productos naturales.
No será, pues, extraño que nuestros países en los próximos años pierdan muchos de sus mercados de exportación, con la consecuente pérdida de empleos y menor recaudación tributaria, agudizando los justos reclamos sociales por décadas de servicios públicos de baja calidad. Urge, pues, invertir mayores recursos en ciencia, tecnología e innovación, para dominar las tecnologías que generan el futuro de la Humanidad, antes que sea demasiado tarde.
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