Escribo esta columna después de haber observado en diferido el partido entre Barcelona FC y el Bayern Munich. La ventaja de ver un partido conociendo el marcador final es que uno presta mayor atención a los detalles de las jugadas, incluso aquellas que son aparentemente intrascendentes en el movimiento del score.
Tal vez les sorprenda el inicio de esta columna especializada en temas de ciencia, tecnología e innovación. Pero no deberían estar sorprendidos porque la tecnología hoy abarca todos los campos de la actividad humana y eso incluye, claro está, el deporte.
La ciencia y la tecnología han colaborado estrechamente con el desarrollo del deporte, especialmente el de alta competición, desde hace muchas décadas. Y Alemania ha sido un país que ha tenido un papel protagónico en ello. La Escuela Superior de Deportes de Alemania con sede en Colonia fue fundada en 1947 y cuenta actualmente con 19 institutos de investigación que cubren todos los aspectos vinculados a la práctica deportiva: bioquímica, fisiología, cardiología, biomecánica, ortopedia, psicología, sociología, economía y, por supuesto, en informática deportiva.
Desde los famosos encuentros de ajedrez entre Gary Kaspárov y la supercomputadora Deep Blue desarrollados en 1996 y 1997, que terminaron con la primera victoria deportiva de una computadora ante un ser humano, el enfrentamiento entre las capacidades del hombre y la máquina ha sido objeto de mucha controversia. Pero poco se conoce, fuera de los gimnasios y centros de entrenamiento, de la contribución de la ciencia y tecnología a los éxitos deportivos.
Una de esas contribuciones son los softwares para entrenadores de diferentes deportes, entre ellos, claro, está el fútbol. Con ellos se puede analizar a gran detalle el desempeño de los propios jugadores, a fin de aprovechar al máximo sus capacidades innatas, así como prepararlos mejor física y tácticamente a la vista de los próximos partidos. Se han desarrollado una serie de aditamentos con múltiples sensores para medir las condiciones biomédicas de los jugadores en los entrenamientos a diferentes cargas de trabajo, así como su desplazamiento en las canchas.
Pero también existen aplicaciones informáticas para analizar el juego de los rivales. Se puede evaluar con mucho detalle las características individuales de cada jugador rival, tanto sus habilidades como sus debilidades. Y por supuesto, se puede analizar el desempeño colectivo del equipo rival, en ataque y en defensa, identificando lo que los comentaristas deportivos llaman “pequeñas sociedades en el campo”. Claro está, conocer cómo juega el rival resulta siendo una ventaja indiscutible para el planeamiento del próximo partido con él. Hoy en día, analizar al rival es una actividad común en la mayoría de los equipos de alta competencia. Pero como sucede en el mundo de los negocios, la calidad y profundidad del análisis es lo que marca la diferencia.
Por eso, no debería sorprender lo abultado del marcador final entre Bayern Munich y Barcelona FC (8-2). Los aficionados deben recordar la famosa victoria de Alemania frente a Brasil por 7-1 en la Copa Mundial del 2014, celebrada justamente en Brasil. No es casualidad que, en ambos encuentros, los ganadores, y por goleada, hayan sido alemanes.
Algunos pensarán que la intervención de la tecnología desnaturaliza la belleza del deporte en sí mismo, que le resta espontaneidad, incluso que el apoyo tecnológico debería ser prohibido porque genera ventajas indebidas. En realidad, personalmente pienso que la tecnología es un desafío deportivo más por vencer.
Como ocurre en toda actividad humana y principalmente ahora en el mundo de los negocios, el uso de la tecnología genera ventajas a quienes la utilizan, pero esas ventajas no son permanentes. Siempre es posible vencer a la tecnología ya existente con… la innovación. El uso de herramientas, procesos y prácticas innovadoras cambian el “status-quo” de los mercados y generan nuevas ventajas competitivas.
En el deporte ocurre lo mismo. Por más que un equipo haya sido analizado por el rival empleando el software más sofisticado, siempre le queda la maravillosa opción de reinventarse, de improvisar, de realizar jugadas impensables con el taco, la gambeta y la “guacha”. Ningún software puede aún con la creatividad humana. Eso tendrán que tenerlo presente los próximos rivales de un equipo alemán.
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