La batalla contra la pandemia no ha terminado que ya otra se anuncia, aquella del modelo sobre el cual se basará el relanzamiento económico mundial después de la crisis. Muchos quieren obtener facilidades gratis para arrancar de nuevo, de cualquier modo y como sea, suprimiendo por ejemplo las legislaciones ecológicas. Pero otros son conscientes de la relación intrínseca entre coronavirus y destrucción sistemática del planeta, y quieren utilizar la crisis como giro de estrategia: el siglo XXI será ecológico o no será.
Es así como más de 150 grandes corporaciones reclaman a los líderes mundiales dirigir los esfuerzos post-pandemia hacia la implementación de una economía baja en carbono, científicamente controlada y pensada, para regenerar el planeta. Forman parte de la iniciativa Science Based Target y representan más de 5 millones de empleados y 2,4 trillones de dólares de capital. O sea, hay que escuchar su llamado, y los que piensan todavía en el neoliberalismo ciego, autista y egoísta, tienen que reciclarse, empezando por las Escuelas de Negocios, porque la tendencia es otra:
Primero, demostrar que las buenas decisiones empresariales se rigen por la ciencia, y deben ser controladas por indicadores que manejan los científicos como los del Grupo de Expertos Internacionales sobre Cambio Climático (GIEC): No superar el 1,5ºC en el recalentamiento global permitirá, mediante una decidida política de reducción y compensaciones de emisiones, detener la deforestación, es decir mantener los virus en su hábitat natural salvaje, lejos de los humanos. Buen punto.
Secundo, invertir en regeneración y resiliencia para una transformación sistémica socio-económica, es decir orientar las innovaciones tecnológicas y sociales hacia una economía verde, baja en carbono, circular, de proximidad territorial, dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. La financiación de la creatividad empresarial debe regirse por la Agenda 2030, abandonar el sostén a la economía negra, y emprender el camino del “Green Deal”, el Pacto verde que está planteando la Unión Europea en este momento.
Tercero, nada se hará sin asociación entre los grandes actores privados y los Estados, puesto que son las leyes y políticas públicas las que permiten a los actores económicos cumplir con los esfuerzos necesarios sin temer que los más irresponsables salgan ganando, sacando provecho a corto plazo contra la dinámica general de largo plazo. Sólo con leyes coactivas podemos organizar el mercado para premiar al responsable y castigar al irresponsable. Sino, siempre gana “Pepe el vivo”, y todos se desalientan.
Con la urgencia ecológica, se acabó definitivamente esta teoría boba que pretendía que la “responsabilidad social empresarial” tenía que ser voluntaria, sin coacción pública alguna. Esperando la buena voluntad angélica de todos y cada uno, el mundo se acabará rápido. La responsabilidad social es tarea de todos, empezando por los Gobiernos, que deben obligar las empresas a la responsabilidad, como obligamos por ejemplo los padres a la responsabilidad por sus hijos. Responsabilidad sin ley es ilusión.
En este período de crisis global, las tensiones son extremas, y hay que mirarlas porque no necesariamente se notan en la confusión pandémica. Por ejemplo, el gobierno de Macron en Francia acaba de perder su mayoría absoluta en el Parlamento galo, porque salieron de sus filas un nuevo grupo parlamentario independiente llamado: “Ecología, Democracia, Solidaridad”. Sus 17 diputados quieren imponer una visión ecológica y solidaria al plan de relanzamiento económico francés, y cuentan con científicos entre sus filas, no es casual. Es que el blablablá político rápidamente cae ante las evidencias cifradas del análisis científico, por lo que tampoco es casual si el más reciente movimiento político internacional, nacido después de la segunda guerra mundial entre la derecha y la izquierda, lleva el nombre de una ciencia: la Ecología política.
Ecología significa ciencia de la casa, del hogar. Y como la gran casa es la biosfera, que contiene a todos los seres interesados y afectados por nuestras decisiones políticas, es obvio que la política debe regirse por los grandes principios ecológicos. Sin la eco-logía la eco-nomía, la ley de la casa, no tiene sentido alguno, está totalmente desubicada. Ojalá estas evidencias penetren la mente y el corazón de los derechistas y de los izquierdistas que todavía viven en el mundo del siglo XX con mentalidad del siglo XIX. Ambos defendieron siempre una industrialización a ultranza que nos conduce hoy al derrumbe planetario. Ojalá sobre todo estas evidencias penetren la mente y el corazón de los electores, para exigir un cambio político radical a los partidos en competencia electoral. Sino, los bosques seguirán muriendo, los virus mudándose hacia nosotros, y el confinamiento de las mentes acabará pronto con una humanidad frágil, efímera por tonta.
Comparte esta noticia