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Desigualdad insolente + riqueza indecente = insostenibilidad creciente

Resolver esta insostenibilidad reclama una reflexión política sistémica sin caza de brujas o soluciones simplistas.

Puesto que se difunden cada vez más informaciones sobre el drama climático que vive la humanidad, que está serruchando la rama natural sobre la cual está sentada, no vale la pena insistir en eso. Pero menos se conoce la otra mitad de nuestra “insostenibilidad” planetaria actual, la insostenibilidad económica y social que pone también en grave peligro nuestra subsistencia, y echa por tierra nuestra decencia colectiva: las crueles e irracionales desigualdades que asechan a la humanidad. Veamos el nuevo informe 2019 que OXFAM prepara cada año para la Cumbre de Davos.

El 1% más rico de la población mundial posee más del doble de riqueza que 6900 millones de personas, mientras casi la mitad de la humanidad vive con menos de 5,50 dólares al día. Según el informe, la fortuna de los multimillonarios del mundo ha aumentado en 900 mil millones de dólares el año pasado, es decir 2,5 mil millones por día. Para entender esta cifra, piensen que cada 20 días aumenta la riqueza de los más ricos del mundo el equivalente del presupuesto público anual del Perú. Con eso entendemos cuánto pesa el sector público frente al sector privado.

Según OXFAM, 26 personas poseen hoy tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad (3,8 mil millones de personas), contra 43 el año pasado. Significa algo claro: la riqueza se acumula cada vez más rápido en el bolsillo de los más ricos. Cualquier correlación con las políticas neoliberales actuales, que pregonan disminuir los impuestos a las empresas y a las fortunas para estimular la inversión y el empleo, no será casualidad.

¿Pero esta riqueza chorrea y se redistribuye? Se calcula que tan solo 4 céntimos de cada dólar recaudado se obtienen a través de impuestos a la fortuna, y según cifras de la OCDE la repartición de las recetas fiscales es muy injusta: impuestos a las sociedades y a las fortunas solo alcanzan 15% del total, mientras el resto viene del impuesto a la renta, a los sueldos y el IVA. Lo que hace decir irónicamente al multimillonario Warren Buffet que él es el contribuyente que menos impuestos paga de toda su oficina, en comparación con la tasa de imposición de su secretaria.

En América Latina, la situación es peor. Según cifras de la CEPAL (2017) la tasa de imposición efectiva de los 10% más ricos no supera el 4,8%. En comparación, en Brasil, en 2015, se calculaba que la tasa de imposición efectivamente soportada por el 10% más pobre era del 32% de sus haberes. No nos olvidemos que el pobre paga el IVA por cada compra que hace al igual que el rico, pero con mucho menos poder adquisitivo de partida. Un sistema económico que hace soportar más a los pobres que a los ricos el esfuerzo nacional tributario no puede ser calificado de “racional”.

| Fuente: Freeimages

Pero el propósito de este artículo es de pensar la insostenibilidad de nuestra vida humana, no es de tildar a los ricos y encontrar en ellos un chivo expiatorio que le dé el gusto al populista. En lugar de siempre buscar una persona a quien echarle la culpa de todas nuestras desgracias, lo que es una visión infantil de la política, tratemos de pensar en forma colectiva y sistémica.

En sí, no importa que haya gente muy rica, el problema es que haya gente muy pobre que vivan en condiciones infrahumanas, el problema es el sufrimiento. Y lo injusto es cuando la riqueza de unos depende de la pobreza de otras (sí, otras, porque los más pobres son mujeres). El problema es la injusticia, que es el resultado final de una tendencia del sistema a producir desequilibrios en cadena que ninguna acción colectiva correctiva viene a reparar. La política no debe ser caza de brujas, sino reparación sistémica constante. Impuestos justos son reparaciones, servicios públicos gratuitos de calidad son soluciones. El mismo FMI ahora lo reconoce cada vez más (ver: Fiscal Monitor: Tackling Inequality, FMI, 2017).

Examinemos, pues, las raíces de insostenibilidad sistémica que conducen a la injusticia creciente: ¿Acaso no habrá una estrecha relación entre el derrumbe de las condiciones ecológicas básicas de convivencia humanos/planeta y el derrumbe de las condiciones económicas básicas de convivencia ricos/pobres? Sí, por supuesto. La búsqueda permanente de maximización de los beneficios y de externalización de los costes; la aplicación de la lógica del mercado a todos los rincones de la vida humana; el autismo de cada sistema experto por los efectos colaterales globales de sus éxitos locales y la “inteligencia ciega” que habrá aprendido cada experto durante sus estudios (muy inteligente en lo suyo, muy ciego en todo el resto); la privatización de las personas con cada vez menos vida comunitaria y cada vez más dependencia al consumo solitario de servicios ajenos costosos para subvenir a sus necesidades, son algunas de las tendencias duras de nuestra modernidad no tan deseables. Recordemos que lo mejor para el pobre es (1) no necesitar de mucho dinero para sus necesidades y (2) tener una fuerte red de ayudas de proximidad.

Personas privatizadas y aisladas como somos, lo que nos ciega es reducir la ética a un tema personal privado. Y el sistema nos invita a pensar desde la escuela primaria que si no nos va bien es por nuestra culpa individual. Lo que nos falta es volver a la ética de la gran política, es decir un proyecto común consensuado y permanentemente monitoreado, que vigile las tendencias sistémicas de las acciones colectivas, y sepa corregirlas temprano cuando se vuelven sombrías. Al contrario, la política dominante actual es, por un lado, una serie de peleas populistas histriónicas por el poder y, por otro lado, el credo neoliberal de que el mercado lo arregla todo cuando se lo deja tranquilo, o su opuesto el credo comunista de que el Estado lo arregla todo cuando se le confía todos los poderes. Triste derecha, triste izquierda, triste ágora.

La realidad de los sistemas sociales es más compleja que eso, pero tiene unas cuantas lecciones aprendidas que sí son simples de entender. Lección de economía: cada moneda inyectada en el mercado terminará siempre en el bolsillo del más rico (más tarde si la sociedad es equitativa, más temprano si es muy desigual). Lección de ecología: cuando una especie domina totalmente su entorno, empieza a declinar por agotamiento de sus fuentes de subsistencia (adivinen quién es la especie que domina totalmente el planeta hoy en día). Lección de política: cuando conoces las tendencias negativas de un sistema, no sigas con medidas que las aceleran, intenta otra cosa.

Terminemos por una lección de vida, citada en el mismo informe de OXFAM: “He visitado recientemente a una persona muy rica en Brasil. Vive en un magnífico departamento con una vista increíble. Pero hemos tenido que atravesar 3 controles de seguridad antes de llegar al edificio. Las ventanas estaban con rejas. Estoy seguro de que paga muy pocos impuestos, pero tiene que vivir en una jaula. No podría yo vivir así. Pago sin duda más impuestos en Dinamarca, pero lo único que encuentro del otro lado de mi puerta, en Copenhague, son flores” (Djaffar Shalchi, multimillonario danés fundador de la Fundación Human Act).

 

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Profesor de ética y responsabilidad social de la Pacífico Business School de la Universidad del Pacífico. Doctor en Filosofía por la Universidad de París Este (Francia) y máster en Filosofía por la Universidad de Nantes (Francia). Presidente de la Unión de Responsabilidad Social Universitaria Latinoamericana (URSULA).

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