No es común asociar la protección ambiental con la alimentación sostenible del futuro, menos aun cuando pensamos en el mar, mayormente percibido como espacio de esparcimiento. Sin embargo, en este Día de los Océanos –que se celebra cada 8 de junio desde el año 2009– es crucial respondernos por qué debemos cuidar el mar pensando en el hambre de millones de pobladores del mundo. Porque, según las Naciones Unidas, en el año 2050 seremos un 33% más de seres humanos en el mundo y, por tanto, nuestra sobrevivencia recaerá, en parte, de resguardar los recursos marinos.
La buena noticia es que es posible aumentar la abundancia de los océanos –y del mar peruano, obviamente– mediante el uso de criterios científicos para luchar contra la contaminación, la sobrepesca, la pesca ilegal y la pesca incidental (cuando en la faena de pesca enfocada en una especie se capturan otros tipos de peces, aves o mamíferos marinos de forma accidental). Lograrlo no es tan difícil: tan solo 29 países además de la Unión Europea son responsables del 90% de las capturas mundiales.
Para ello, desde diferentes entidades gubernamentales y no gubernamentales, se busca revertir la tendencia a la sobreexplotación. Sin duda, no debe sorprender el dato que publica la FAO, que señala que la mitad de las reservas pesqueras a nivel mundial están sobreexplotadas.
En este panorama inquietante, las ONG y la sociedad civil organizada tiene un rol fundamental pero no exclusivo: los gobiernos de los países costeros deben comprometerse a lograr la recuperación de los recursos hidrobiológicos, mediante una gestión con enfoque ecosistémico, es decir, que considera la interacción entre todos los componentes del entorno y que se adapte a las variaciones en el estado de los recursos y el clima. Según las cifras proyectadas por Oceana, desde el año 1996 se percibe una disminución en la pesca mundial del 14% anual, cifra que podría revertirse e incluso remontar a un crecimiento del 15% mediante esta recuperación de nuestra fuente de alimento natural, como es el mar.
Existen ejemplos positivos que nos indican el camino a seguir. Por ejemplo, en Japón, al proteger el hábitat de la pesca de arrastre, se logró elevar la captura del cangrejo de las nieves en 240%. Desde otro ángulo, en Noruega se implantó la prohibición total del descarte de peces no deseados, elevando la recuperación del bacalao en el Ártico en 18% anual. Y finalmente, en Estados Unidos, se establecieron límites de captura en base a criterios científicos. El resultado: la sobrepesca bajó de 38% a 16% entre los años 2000 y 2015.
Como dijimos al principio, tal vez no es frecuente comprender el Día de los Océanos desde el punto de vista económico y social. Sin embargo, es pertinente recordar que los productos marinos representan una fuente esencial de alimento proteico y, a su vez, brindan empleo a alrededor de 820 millones de personas en el planeta. Por ello, en el Perú, conmemorar esta fecha podría significar mucho más que dar las gracias por un buen ceviche a los pescadores. Implica involucrar a los actores que trabajan a gran escala en nuestro mar y exigir un compromiso activo contra la pesca ilegal, contra la contaminación de plásticos en el Océano Pacífico y contra los daños colaterales de las pesquerías, que reducen paulatinamente nuestro futuro de próspero país costero.
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