El impacto de la pandemia está afectando muy fuertemente nuestras vidas. Nos enfrentamos a un enemigo invisible que ataca a ricos y pobres; jóvenes y mayores; hombres y mujeres. La vacuna contra la COVID-19 es una esperanza pero mientras llegue para todos, tenemos que seguir cuidándonos, con ética y responsabilidad.
En esta nueva cuarentena que estamos viviendo, a casi un año de la primera, el escenario es diferente. La población se está descuidando. Se confía en que no le va a pasar. No se siente el mismo rigor de la primera vez pese a que nos encontramos con las cifras más altas de contagio desde que iniciamos la pandemia y a la fecha sabemos que no hay camas UCI disponibles. La situación es crítica.
Pese a lo anterior, estamos apreciando que muchas personas no están respetando las medidas básicas: lavado de mano, uso correcto de la mascarilla y distanciamiento social. Estas reglas que aparentemente son muy simples de cumplir, no están siendo cumplidas por miles de personas que a diario salen a la calle y no se cuidan, y no cuidan a los suyos. Hoy solo podemos ser responsables y éticos, y aplicar una ética del autocuidado. Si te puedes quedar en casa, siempre será mejor. Es mejor prevenir que lamentar.
La mejor vacuna por ahora, en el Perú, es el autocuidado. Si sales a la calle y ves a una persona que usa mal la mascarilla es preciso que se lo hagas saber. Si entras a una bodega y observas que el vendedor no usa bien la mascarilla, retírate de ahí. Si ves que un pasajero en el bus no usa bien la mascarilla, cámbiate de asiento, si el taxista no usa correctamente la mascarilla, usa otro taxi. No esperemos que las autoridades hagan cumplir las normas, nosotros mismos lo podemos hacer. Es parte de nuestra responsabilidad, de nuestra ética personal. Cuidarnos es cuidar a los que amamos. Hoy la campaña es por la vida y la esperanza. Que salgamos triunfadores de esta pandemia es nuestra mayor esperanza.
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