Las personas que hoy ejercen la ciencia social tienen ante sí una gran responsabilidad de interpretar dos desarrollos políticos: las elecciones municipales y regionales del 7 de octubre del presente año; y el intento de un sector de la clase política en adelantar las elecciones generales. Advertimos y enfatizamos que ambos temas pueden derivar en una fácil demagogia de los políticos, así como en una vacua interpretación acompañada del sobreuso de términos como ‘gestión’, ‘estadística’, de los “analistas”. Entonces, ¿cuál sería el punto de mira desde el cual abordar esta coyuntura política? En primer lugar, consideramos, dejar de lado la ficción de que se trata de candidaturas opuestas (ideológicamente) y comenzar a concebir a la ‘clase política’ que busca el poder (o que busca mantenerlo) y a su adyacente burocracia privadoestatal como una sola unidad (de familiares, de empresarios, de movilizadores, académicos, etc.).
En segundo lugar, consideramos apremiante rescatar el contenido económico del concepto de clivaje, a fin de transitar de un diagnóstico solo historicista a uno que contemple el lugar que la ciudadana y el ciudadano ocupan hoy en la cadena productiva de la ciudad. Pues, que la vacancia presidencial no haya fructificado hasta ahora responde a un acuerdo político de esta unidad, que hemos referido líneas arriba. La consecuencia de este replanteamiento inevitablemente conlleva a esclarecer con franqueza qué significa hoy la Izquierda (en su sentido ideológico fuerte) para efectos del Perú.
Y, en tercer lugar, desmitificar el diagnóstico de que ‘los partidos políticos están crisis’. Aseveramos aquí que los partidos políticos no están en crisis; antes bien funcionan en tanto que son ‘maquinarias’ integradas por sujetos políticos que movilizan, organizan. Tal vez un sector de la academia confunde la crisis de la coherencia ideológica, con una crisis partidaria. El sistema de ideas corresponde a los líderes, mientras que la movilización política, precisamente, es una tarea de praxis. Nuestra atenta lectoría puede resumirlo de esta forma: todo ideólogo es político, pero no todo político es ideólogo.
Finalmente, lo político y la ciudadanía acusan un hondo distanciamiento a causa de variables pertenecientes a planos distantes de la filosofía de la historia. Los discursos unificantes, se argumenta, habrían perdido espacio de sentido en los marcos de referencia de las personas. Esto se agravaría por un modelo de desarrollo transversal desde finales del siglo XX. Es un tema siempre inacabado, dado que hemos tenido diferentes momentos en la historia peruana en los que se registró una polarización política producto de excluyentes sistemas de ideas, por ejemplo, en la década del treinta, en la década del sesenta y, relativamente última etapa, durante la década del ochenta. Solo alguien que piense que la historia es lineal, pensará que examinar este tema sería una tarea innecesaria, debido a los sendos estudios de la historiografía académica; sin embargo, si consideramos que el estado de la “estructura económica” es la que orienta el diagnóstico social, se advertirá que el pasado y el presente son una actualidad para el análisis político que busca arribar a la ciencia. Finalmente, acaso una pregunta que debiera también orientar hoy el análisis sería: ¿En qué creen hoy los jóvenes?
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