Hace algunos días se ha presentado en el Congreso de la República un proyecto de ley para restituir el servicio militar obligatorio (SMO) en el Perú. Se trata de un proyecto propuesto por el congresista Luis Yika, de la bancada Cambio 21, cuyo propósito es capacitar y entrenar a todos los peruanos en edad militar para defender la soberanía e integridad territorial. El documento también se presenta con cierto espíritu modernizador, en tanto que plantea la opción de realizar el SMO los sábados y domingos o en modalidades “no acuarteladas”, que se orientarán a la ayuda social y humanitaria que el Estado requiera. Así los jóvenes participarían en actividades de cooperación, apoyo social y humanitario, por ejemplo, en las épocas de lluvias u otros desastres naturales que no se pueden evitar y en los que es importante el apoyo de las fuerzas armadas.
No obstante, lo que más llama la atención de la propuesta de ley es que uno de los argumentos principales es la “preocupante y aguda situación de inseguridad e incremento de la delincuencia y de la criminalidad en nuestro país”. A partir de estadísticas tomadas del INEI (2011-2017) y el Latinobarómetro (2018) se sostiene que el principal problema del país es la delincuencia, lo que sería suficiente razón para convocar al SMO y así a la protección de la población por parte de los militares. “El servicio militar obligatorio constituiría una medida eficaz, pues permitiría que todos los ciudadanos se forjen, capaciten y entrenen bajo un criterio de entrega y servicio a la patria, reafirmando en todos los peruanos los valores de cumplimiento y respeto a la ley”. Por un lado, la iniciativa ayudaría a forjar valores y querer la patria; por otro, a luchar contra “la delincuencia y el flagelo de la inseguridad ciudadana que día a día crece en nuestro país”.
No discutimos aquí los medios para proveer y mantener un ejército, tarea que corresponde a las autoridades, pero sí los criterios que aquí se utilizan para el llamado a las armas. Bajo el lema de proteger la ciudadanía, lo que se propone es crear una fuerza que la cuide y vele por ella. ¿No es esta idea conocida? Así como pensamos que la seguridad de una casa o de una urbanización está garantizada por el mayor número de guardias, rejas y cámaras de seguridad que se pongan alrededor, se piensa que la ciudadanía (una ciudadanía especialmente patriótica, para ser específicos) estará segura en manos del mayor número de soldados.
Es cierto que las fuerzas armadas cumplen un papel en el Estado, pero consideramos que no son precisamente las que construyen la ciudadanía. Una ciudadanía se sostiene en la igualdad, la libertad de opinión y el equilibrio del poder, aspectos que más bien se encuentran muy lejos del modelo marcial. Se trata, por supuesto, de ideales cuyos frutos se revelan mucho más lento, pero que nos permiten llegar a sociedad tal vez mucho más sólida (y por tanto más protegida) que la propuesta por la solución militar.
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