Las metáforas nos sirven para poder conocer un tema por medio de una imagen más familiar. Se habla del “lavado de dinero” (o de “blanqueo”) cuando se intenta hacer pasar como legal un capital que ha sido obtenido de manera ilícita. Se dice que una persona “se va por las ramas” cuando ha hecho una digresión. Las metáforas son prácticas, pero también poéticas. Las más prestigiosas han durado milenios, mientras que hay otras que han durado solo algunas semanas o algunas horas.
La pandemia del nuevo coronavirus ha hecho necesario hacer cambios no solo en la manera de relacionarnos sino también en el lenguaje que utilizamos. En pocos días hemos aprendido muchas palabras más sobre microbiología que en todas nuestras clases de ciencias naturales y cuando conversamos o escribimos ya nos hemos acostumbrado a hacer reiteradas preguntas sobre la salud o los cuidados que tomamos en casa para prevenir el contagio. La todavía misteriosa naturaleza del mal es el caldo de cultivo perfecto para pensar en términos cada vez más precisos y en hacer preguntas cada vez más escrupulosas. Y es en este contexto que los presidentes, ministros, gobernadores, alcaldes y doctores de todo el mundo descubrieron que la mejor manera de referirnos a todas las decisiones y medidas sanitarias para superar esta situación no eran sino una guerra. La metáfora también ha tenido mucho éxito en el gabinete de nuestro gobierno, como es de esperar. Según Vizcarra, cada uno de nosotros es un “soldado” que debe cuidar el ataque del “enemigo silencioso”; para Zamora, las pruebas moleculares y las pruebas rápidas son “armas vitales”; para el general Astudillo, la casa se ha vuelto una «trinchera».
La metáfora militar no es una novedad en la historia de la medicina occidental, pero hace algunas décadas que ha sido cuestionada, pues no incluye a los enfermos ni a los fallecidos. Los primeros no se encuentran en las condiciones para combatir y la esperanza de poder superar el virus se les hace más difícil y lejana. Quienes ya no se encuentran con nosotros solo son “héroes” para las autoridades. Al preguntársele sobre estas imágenes a pacientes con cáncer, estos dijeron que preferían que los doctores utilicen un lenguaje más directo, pues les daba una idea más concreta sobre lo que les estaba ocurriendo.
El presidente ha ensayado algunas fórmulas diferentes en sus discursos. En una ocasión dijo que ya nos encontrábamos muy cerca de “la cúspide de la montaña que debemos superar” y otro día señaló que se trataba de una “maratón que ganaremos si somos disciplinados”. Estas imágenes son más solidarias que las otras. Pero cuando las cosas apremian, el ministro Zevallos y él vuelven a la guerra.
Esperemos que no sea esta la única manera de entender lo que está ocurriendo. La realidad es cambiante y multiforme, y siempre hay una nueva manera de interpretar lo que está a nuestro alrededor. Tal vez solo se trata de afinar el oído y dejar que las cosas hablen por sí solas. O por medio de nuevas metáforas.
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