El avance de la tecnología ha permitido que muchas cosas se transformen a lo largo de los años. Los teléfonos que antes servían básicamente solo para hablar hoy son móviles y tienen una gran cantidad de funcionalidades; los televisores pasaron de ser unos aparatos gigantes a ser ahora aparatos delgados, curvos e inteligentes. En cuanto a servicios, jamás pensamos que podíamos conectarnos con otras personas de manera virtual a través de plataformas digitales para comunicarnos, comprar, conseguir un taxi, un lugar donde hospedarse, etc.
En educación, más allá de los avances de la educación virtual, ¿cuál ha sido el avance de las aulas en la educación presencial? Parece ser que el formato tradicional de ambientes rectangulares con carpetas alineadas de manera fija, donde el docente está delante del grupo de estudiantes y los estudiantes miran hacia adelante, continúa vigente desde hace más de 100 años.
Pocas instituciones educativas han innovado sus aulas en ese sentido, creando espacios de aprendizaje activos, colaborativos, sociales, ágiles, flexibles, inspiradores y motivadores que respondan a prácticas educativas centradas en el estudiante. Espacios, por ejemplo, donde se pueda escribir y dibujar ideas en las mesas, paredes, pisos; donde exista mobiliario versátil que permite configurar el ambiente de acuerdo con el tema a tratar y la dinámica a llevar a cabo, ya sea debate, trabajos grupales, clases magistrales, etc. Asimismo, un espacio donde se permita la transversalidad con otras materias, así como el uso —y no la prohibición— de la tecnología. El objetivo es generar espacios ágiles y facilitadores del aprendizaje individual, atrás quedaron los días de pretender que todos los estudiantes aprendan de la misma manera.
Enriquecer un espacio de aprendizaje no necesariamente requiere de grandes inversiones de dinero. Los espacios de aprendizaje se encuentran en todas partes, incluso fuera del aula: en un jardín, un parque, una tienda, un hospital, una iglesia, el vecindario. Para identificarlos o adaptarlos se necesita que el docente sea creativo, que diseñe nuevas experiencias de aprendizaje y que las experimente con sus estudiantes. Algunas experiencias saldrán bien, otras habrá que mejorarlas, lo importante es experimentar y compartir los resultados de sus experiencias con sus colegas y la comunidad para que todos aprendamos. Algunos estudios afirman que el uso adecuado de espacios de aprendizaje activo está asociado a mejores resultados en el desempeño académico de los estudiantes, en la comprensión de las materias, en su compromiso, menores tasas de fracaso de los estudiantes en riesgo y en general a experiencias enriquecedoras en el aula.
Diversas fuentes afirman que los estudiantes de hoy tienen una naturaleza social y colaborativa, pero también afirman que tienen una capacidad de atención baja; probablemente se distraen porque los espacios de aprendizaje y métodos tradicionales de enseñanza les son aburridos. El docente como actor principal de esta transformación en la educación tiene la obligación moral de mejorar y enriquecer las experiencias de aprendizaje de nuestros niños y jóvenes para lograr que aprendan. Es importante también que los estudiantes comprendan que deben poner de su parte, los nuevos espacios de aprendizaje requieren que los estudiantes pasen de tener un rol convencional pasivo a un rol más activo en favor de su propio aprendizaje.
Comparte esta noticia