Este domingo, diecisiete personas perdieron la vida en un fatídico accidente. Un bus, en un terminal informal, se prendió en llamas. El fuego comenzó desde la parte trasera y se extendió rápidamente. Han circulado videos grabados desde celulares, que muestran el evento casi desde su inicio. A quienes consumen la noticia y a algunos periodistas les llama la atención una situación: “¿Por qué tanta gente solo observa?”, “¡Graba y no hace nada!”, “¿Por qué nadie ayuda?”
A veces es difícil entender la experiencia de los otros y procedemos dando sentido a partir de nuestros conocimientos previos. Así una forma de dar sentido se estructura en torno a la falta de empatía, pero más allá de ese proceso individual que puede cumplir un cierto rol, hay dos factores de mayor relevancia. Uno respecto de las dinámicas grupales, que será fundamental para este caso, y otro, respecto de las reacciones individuales, que es importante nunca olvidar.
La difusión de la responsabilidad es un fenómeno social ampliamente conocido, consiste en que el tamaño del grupo actúa como inhibidor de la conducta. Así frente a un evento que es presenciado por varias personas cada una de ellas se siente menos responsable en tanto hay otras personas que podrían hacerse cargo. Por otro lado, cuando el sujeto esta solo en presencia de una tragedia, sin nadie más que pueda actuar, se siente más responsable sobre lo que sucede. Cuando estamos solos actuamos bajo la lógica “si no actúo yo, nadie más lo hará” en cambio cuando estamos en grupo la responsabilidad se reduce, la lógica cambia a “otro puede hacerse cargo” o “habrá alguien más capacitado para actuar”. La paradoja es que frente a una tragedia, muchas veces la reacción de un grupo es menos probable que la de un espectador solitario. De este modo la inacción de los espectadores frente al incendio del bus puede entenderse como una reacción propia de la lógica de los grupos.
Por otro lado, frente a las situaciones de crisis, las personas pueden tener reacciones muy diversas. Algunos se paralizan, otros actúan de manera automática, hay los que entran en pánico o echan a correr. No todos pueden pensar con claridad en esos momentos, aunque la capacidad para pensar y actuar adecuadamente en los momentos de tensión es admirable, la verdad es que es muy poco común.
Hemos dicho que por un lado las reacciones de los sujetos en momentos de tensión pueden ser muy variadas y por otro que existe una tendencia a no responsabilizarse de los eventos cuando se está en grupo. Por tanto, no estamos frente a un problema de falta de empatía estamos frente a reacciones particulares y un problema de falta de reconocimiento de la responsabilidad. El grupo no es indolente, sino que es víctima de fenómenos psicológicos comunes.
Desde el Estado, combatir la informalidad es fundamental pues solo en la empresa formal se puede supervisar la existencia de protocolos de acción que señalen procedimientos y responsables, así como medidas de seguridad adecuadas. Desde los usuarios de estos servicios, hay que cobrar conciencia sobre los riesgos que trae la informalidad. Por último, desde la sociedad civil en general hay que entender los procesos de difusión de la responsabilidad pues, solo siendo consiente de ellos, es que podemos evitarlos. De este modo la próxima vez que nos encontremos frente a una tragedia en un contexto de grupo evitaremos pensar que “otro se hará cargo” pues sabremos que lo más probable es que ocurra: la difusión de la responsabilidad.
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