Sacar a flote a una empresa familiar no es tarea sencilla. El director no solo tiene que afrontar los números y las importantes decisiones que pueden marcar el éxito, o no, de su negocio, sino también el saber lidiar con los cruces de opiniones de la familia.
Es así como los directores independientes, personas que hasta el momento de su llegada no están ligadas con la empresa familiar o laboralmente se han convertido en una alternativa para este tipo de empresas.
Sin embargo, como todo elemento dentro de un negocio, tiene un pro y contra que debe ser evaluado antes de ser incorporado. Para ello, analizaremos punto por punto estos aspectos positivos y negativos para poder analizar el efecto que podría tener en la empresa familiar.
Empezando por lo bueno, este elemento facilita las decisiones relacionadas a la familia, ya que, al no estar la cabeza familiar a cargo, las decisiones dirigidas por un independiente, tanto para la discusión como para la decisión, puede ayudar mucho.
Asimismo, ofrece una mayor experiencia en dirección, toma de decisiones, análisis y definición de prioridades; esto como efecto de la experiencia adquirida en otras empresas. Además, puede convertirse en casi un asesor y ayudar mucho a la familia a analizar situaciones complejas, así como a establecer criterios para la toma de decisiones.
Su autonomía y objetividad son otro punto a favor, pues al no tener intereses dentro de la empresa, prioriza los intereses de esta y no la de los accionistas. Esto sin contar con que aportan una mayor formalidad en el manejo del directorio, con reuniones más frecuentes, organizadas y preparadas.
Pero no todo es color de rosas. Existen algunos “contra” que llegan de la mano de este nuevo elemento en la empresa familiar, como el no entender la cultura de la misma. Y aunque puede llegar a lograrse, he visto que los directores independientes finalmente la entienden, pero no la comparten.
Por otro lado, el desánimo del resto de los familiares también se convierte en un problema, algo que sucede por celos, envidia o porque sienten que no lo necesitan. Este suele ser una de las trabas que mayores complicaciones puede traer en el cumplimiento de sus funciones.
La relación que se va desarrollando con el tiempo entre el director y la familia también es otro problema. Esto puede ocasionar que tome partido de alguna parte de la familia y perder autoridad, respeto e independencia. Mantener el puesto puede convertirlo en un elemento conciliador y ocasionar que deje de oponerse a temas de alto interés familiar.
Además, debe tener cuidado de no terminar inmerso en decisiones estrictamente familiares, aunque existen casos en los que es importante intervenir, todo depende de un correcto análisis de la situación.
Finalmente, está la poca e insuficiente dedicación de tiempo. Al no vivir el día a día de la empresa, debería dedicarle más tiempo de lo normal. Nos referimos a una reunión semanal de analizar avances, problemas, etc. No se trata de que gestione, pero acordémonos que tiene responsabilidad legal y por ende debe estar enterado de situaciones complejas. Normalmente son de tipo: estratégicas (inversiones, nuevos negocios, línea, productos, mercados), operativas (líneas de crédito a clientes, proveedores, banca), de eficiencia operacional, tributarias, proyectos especiales, despidos, contrataciones, temas de dolo, etc.
Dos caras de la moneda que nos ayudan a analizar, de forma objetiva, la importancia de un director independiente en el desarrollo de la empresa familiar.
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