No, el Papa en el ejercicio de su gobierno no es infalible. Quizás por eso pide tan sincera y reiteradamente que recen por él. Ahora bien, no creo que sea por su vulnerabilidad, sino por encabezar una reforma de la Curia Romana que el papa Francisco se ha granjeado una horda de adversarios agrupados bajo un denominador común: el ultraconservadurismo. Se trata de una derecha bruta y “achorada”. Bruta porque responde como masa indiferenciada; “achorada” porque no habla, sino que persigue. Algunos “católicos” como los lefrevristas critican hasta el atuendo del sumo pontífice y, en una página que no merece ni siquiera mención, se le califica de apóstata y de herético. Pero, ¿quiénes son sus verdaderos detractores; qué defienden y cuánto hay que hacerles caso?
¿Hacerles caso? Cualquier persona juiciosa evitará ignorar las críticas malintencionadas. ¿Qué se puede responder cuando el arzobispo Carlo Maria Viganò, embiste contra la persona del papa Francisco y, desde la clandestinidad, solicita su renuncia? Su respuesta ha sido el silencio, pero también ha pedido que leamos detenidamente la carta enviada por el exnuncio apostólico en Estados Unidos.
¿Qué defienden? La carta refleja un descontento que va más allá de Viganò, es verdad. La carta es primero una apología de sí mismo y no expresa un amor sincero ni por la Iglesia, ni por el papa. Viganò parece más interesado en defenderse de las acusaciones que se ciernen sobre él que en la verdad. Pero, ¿a qué hacen referencia esas “calumnias” como él las llama? Pues de lo que ahora pretende acusar a Francisco, es decir de encubrimiento. Según Viganò en el 2000 el nuncio Montalvo, su predecesor en EE. UU., había advertido a Roma qué clase de persona era McCarrick. Sin embargo, eso no impidió a Viganò participar en una cena que se ofreció en mayo del 2012 en Nueva York como homenaje a McCarrick y en la que tomó la palabra para decir que este personaje “era querido por todos”.
¿Quiénes son? La lista de descontentos ha crecido de manera proporcional a los esfuerzos del papa Francisco por ventilar a la Iglesia, y aunque no podemos decir que ha logrado cambios sustanciales, lo cierto es que ha expuesto a quienes se han hecho enemigos de la Iglesia.
Hoy sabemos mejor cómo actúan los que se han sentido desplazados con respecto de su estatus, teología o ideología: ellos solo defienden su cuota de poder y proyectan una Iglesia y una religión que nadie quiere porque se conservó aliada al poder de turno y en contra del sentido común. ¿No estamos cansados de una Iglesia que hasta ahora se ha distinguido por ser opuesta a todo lo razonable, es decir por ser absurda y ridícula? ¿No es tiempo de mostrar que la religión es más que eso? ¿No ha sido el ultra-conservadurismo aliado al clericalismo el que ha estado a la cabeza de una Iglesia que se asfixia?
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