Cuando se puso en suspenso la economía de mercado, por razones sanitarias, desde mediados de marzo hasta fines de mayo del 2020, se gestó la esperable crisis económica. La misma que, al no resolverse, devino en crisis social. Pues la economía - perogrulladas aparte -y la sociedad, están fuertemente vinculadas. Así, despegó la pobreza, aumentó precarización laboral, el desempleo, y pavorosamente, la muerte por contagios.
Al iniciar el tercer trimestre, la crisis social no había sido conjurada por las limitaciones generales de la gestión gubernamental de aquel momento y por las dimensiones poliédricas del colapso social. Se comenzaron a evidenciar los primeros eventos, fragmentarios, de la devastación cultural, entendiendo como cultura al sistema de creencias y valores de una sociedad. La profundización de la crisis cultural nos conducía a una crisis del sentido colectivo, en la medida que las subjetividades descubrían que las posibilidades del futuro inmediato estaban seriamente afectadas.
Las crisis de sentido colectivo, en países sin espacios de socialización política formalizados y en constante precarización socioeconómica, tienden a erosionar de forma peligrosa las estructuras de comportamiento social e individual. La presión ejercida por la incertidumbre, a gran escala, colabora en la aparición de uno de los eventos más perniciosos de una devastación integral: el nihilismo generalizado.
Cuando una sociedad cae en el nihilismo, los grupos sociales se aferran a lo más básico: al principio de conservación. De ahí la tendencia creciente a la fragmentación identitaria de diverso origen y finalidad. Dicha atomización de los sentidos conlleva a la balcanización de las manifestaciones políticas, exacerbándose la situación de conflicto, de intolerancia y, sin no hay un poder común, a la sensación efectiva de desgobierno.
El colapso de lo político es la última ficha del domino que cae, en esta cadena de eventos infortunados. Pues al fragmentarse los sentidos y al diluirse peligrosamente, se abren las puertas a las mayores incertidumbres, en la que se puede incluir la continuidad del país. Pues el nihilismo ya ha logrado a corroer las formas de ser y de pertenecer de nuestra sociedad.
Hemos arribado a la entropía de lo social. En este punto cualquier cosa puede suceder. Pues la fortuna desbocada, es el elemento que constituirá la siguiente cadena de eventos indeterminados ¿Qué hacer para evitar la desintegración? Nuevamente, es la ciencia de la política, en su real profundidad, la que nos ofrece algunas consideraciones como arte de lo posible, articulando a algunos fragmentos políticos en pos de la preservación vital.
Kairós es la conservación. Si no se logra, la entropía seguirá su propio curso. Es ahí cuando la vida sirve de estímulo y de guía, la vida como entropía negativa, la afirmación más básica para seguir siendo.
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