El lugar de la democracia en la era transhumana: algunos desafíos

Como sabemos, el transhumanismo vislumbra una perspectiva del "hombre y la mujer nuevos", que implica la transformación biológica, cognitiva y cultural del ser humano. Esto podría llevar a un cambio en cómo se define el sujeto político, donde la identidad y los derechos se basen más en capacidades mejoradas que en condiciones humanas tradicionales, surgidas de la evolución natural y cultural de nuestra especie. Por ello, un desafío crucial es la posibilidad de que las mejoras tecnológicas solo sean accesibles para una élite, lo que podría aumentar las desigualdades sociales. Es así que, potencialmente, estaríamos ante "clases biológicas", constituidas por seres humanos que han sido mejorados tecnológicamente y aquellos que estarían al margen de la experiencia eugenésica. Esto contraviene, sobre todo, los principios de igualdad y justicia que son fundamentales en varias corrientes y regímenes políticos. ¿Llegará a estar el poder político en manos de la elite posthumana?

Asimismo, algunos teóricos críticos sugieren que el transhumanismo podría llevarnos a un estado "postdemocrático" donde las decisiones políticas se basen más en la lógica técnica y científica que en procesos democráticos tradicionales. De alguna manera, las tecnologías de inteligencia artificial, profundizarían la indiferencia de una parte importante de la población, pues la gestión social estaría en manos de estas tecnologías de la nueva revolución industrial.   Esto plantea preocupaciones sobre la mayor pérdida de representatividad y de participación ciudadana en decisiones cruciales. 

Otro desafío importante de la implementación de tecnologías transhumanistas, es que puede dar lugar a nuevas formas de ingeniería social, donde los estados, unidos a corporaciones, decidan qué mejoras son deseables, transformando la esfera política hacia lo desconocido. Esto podría resultar en abusos de poder y discriminación, erosionando o eliminando los principios democráticos fundamentales. Aquel punto es central, porque nunca en la historia humana, hemos observado tal demostración de poder en la alianza entre gobiernos y ciertos trust a nivel mundial. De ahí la enorme capacidad de ingeniería social de esta época. 

Un desafío que genera estupor es que, si se priorizan las mejoras tecnológicas sobre las cualidades humanas tradicionales, existe el riesgo de deshumanización. En efecto, la política podría verse afectada por una visión extremadamente instrumental que desprecia lo humano en favor de lo "tecnológicamente mejorado", desdibujando las líneas entre lo humano y lo artificial. El pragmatismo extremo nos lleva a un cuestionamiento mayor. La transformación tecnológica del ser humano plantea preguntas sobre qué significa ser humano y qué derechos deben protegerse. En un mundo donde algunos son "mejorados" tecnológicamente, surge la cuestión de qué derechos tendrán estos individuos en comparación con aquellos que opten por permanecer sin cambios o sean mantenidos sin variaciones. ¿Estaríamos, por ello, ante el ocaso de la democracia? O, también, ¿podrá resistir la democracia el embate del naciente transcapitalismo, donde tecnologías de mejora personal no solo están destinadas a optimizar la condición humana, sino que también están intrínsecamente ligadas a las dinámicas del mercado y a la lógica del consumo? Eso es algo que ya se está reflexionando. 

Plantearse preguntas sobre el transhumanismo desde el Perú es relevante por varias razones que se entrelazan con el contexto social, político y ético del país. En un país como Perú, donde las desigualdades sociales, económicas y espacios temporales son marcadas, el acceso a tecnologías de mejora humana podría acentuar estas disparidades. La preocupación sobre quién tendrá acceso a las mejoras transhumanistas es crucial, ya que podría crear una nueva clase de "mejorados" made in Perú, frente a aquellos que quedan atrás. Y dadas las características históricas y culturales del Perú podría llegar a tener un efecto entrópico, es decir, llevarnos hacia una inestabilidad integral que nos conduzca a la desaparición como país.