Ernst Bloch (1885-1977), gran filósofo alemán ahora olvidado, publicó en los años cincuenta del siglo XX, los tres volúmenes de su célebre El principio de esperanza (1954-1959). Bloch, en contraposición a las corrientes filosóficas más pesimistas de su tiempo, planteo que la esperanza no es una mera ilusión, sino una fuerza motriz de la historia. Para él, la esperanza no es solo un sentimiento individual, sino una categoría filosófica que se manifiesta en la cultura, el arte, la religión y, por supuesto, en la política.
En ese sentido, Bloch intentó recuperar el sentido profundo de la utopía en la configuración cultural de las sociedades. La utopía, según Bloch, no es una mera fantasía, sino una fuerza que impulsa al ser humano a superar las limitaciones del presente y a construir un futuro mejor. Así, la esperanza, entonces, se convierte en el motor de la transformación social. Una vez que la utopía encuentra su lugar en la cultura, el futuro ya no es una simple proyección del presente, si no un horizonte de posibilidades. De este modo, el futuro estaría lleno de promesas, superando al determinismo que nos obliga el presente. La utopía no es solo el “lugar ideal para vivir”, se convierte en el motor de la apertura ilimitada hacia el futuro.
Es evidente que dada la alucinante fragmentación que padece el Perú, es poco probable que el “principio de esperanza” pueda ser percibido a primera vista. Sin embargo, como mostró Bloch en su momento, en las sociedades se forman fuerzas utópicas que escapan a cualquier determinismo presentista. Y desde estos impulsos, se organizan las perspectivas del futuro. Es decir, el hecho que no sean visibles no quiere decir que no se estén desarrollando al interior de la cultura. El principio de esperanza está ahí, moviendo la historia. Porque un rasgo espiritual del ser humano es tener esperanza.
Una cuestión interesante que se deriva de “principio utópico de esperanza”, es el horizonte de justicia que proviene de él. Bloch vincula íntimamente la justicia con la utopía. Sin embargo, su concepción de utopía difiere de las visiones idealistas y abstractas. Para él, la utopía no es una mera fantasía, sino una fuerza motriz que impulsa a la humanidad hacia un futuro mejor. La justicia, en este sentido, es una utopía concreta, es decir, un ideal que se fundamenta en las condiciones materiales y sociales de cada época, y que se realiza a través de la lucha y la transformación social.
Dada la magnitud del colapso integral que sufre nuestro Perú, no debemos olvidar que la historia de las sociedades se mueve gracias a una multiplicidad de eventos que interactúan simultáneamente, muchos de los cuales no son visibles por ningún marco de interpretación. Pero llega el momento que se producen grandes cambios sin haber sido advertidos. De pronto, estemos ad portas del mismo, y no lo estamos percibiendo.
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