Uno de los cambios más importantes de nuestra sociedad, al que deberíamos darle una mirada más positiva, es el del gran crecimiento de la fuerza de los consumidores. En el Perú podemos señalar hasta cuatro grandes épocas de su desarrollo, épocas que tal vez usted, paisana, paisano, recordará claramente.
Muchos vivimos lo que llamamos las épocas de la resignación, donde los peruanos debíamos conformarnos con la leche ENCI, los fideos o la ropa que nos ofrecían los pocos productores o los monopolistas de la época. Nuestra opción era viajar a la frontera o comprarle “a una señora que trae cosas”; en realidad, una contrabandista, pero respetada por darnos algo de libertad en la compra.
Cuando, a finales del siglo XX, se abrieron los mercados, la época de la emoción apareció, pues vimos que existía la oportunidad de elegir entre marcas nacionales y ¡oh, maravilla!, marcas extranjeras accesibles. El problema es que no teníamos capacidad de comprarlas, pues la quiebra de las empresas nacionales ineficientes generó gran desempleo y pobreza.
Felizmente, con una economía más estabilizada, entre el 2004 y el 2024, hace poquito nomás, más de 40% de los peruanos salió de la pobreza y tuvo capacidad de compra. En esa época empezamos a aprender a elegir, a informarnos y a exigir que se cumpla con lo prometido.
Y todo volvió a revolucionarse, muy recientemente, con el internet, que multiplicó nuestra fuerza en el mercado. Hoy, ella nos da acceso a una oferta mundial, información profunda y, mediante las redes sociales, permite que nuestra recomendación o queja llegue a millones de personas.
Y en este viaje de la resignación, a la fuerza de los consumidores, nos han acompañado, paisano, paisana, instituciones como Indecopi, algunas reguladoras, asociaciones de consumidores como ASPEC, muchos medios de comunicación como RPP, profesionales del consumo como los de la Sociedad Peruana de Marketing, y también muchas buenas empresas que, ante la mayor capacidad de elección de los consumidores, entendieron que deberían cuidarnos para tener nuestra lealtad y recomendación.
O retos como protegernos del fraude online, el abuso de nuestros datos personales, y también del consumo innecesario y nocivo.
Por otra parte, los ciudadanos también ganaríamos mucho si aplicáramos algo de lo que hemos aprendido al elegir productos y servicios, a la elección de las autoridades de las que tanto hoy nos quejamos.
¿De qué otras formas cree usted, paisana, paisano, que podemos usar mejor nuestra fuerza como consumidores a la mejora de nuestra sociedad?
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