La pandemia, aunque más controlada gracias a la masiva vacunación, se llevó la vida de casi 200,000 de los nuestros y hoy cada uno de nosotros podría contar una historia en pandemia. Como individuos y familias hemos sufrido y perdido mucho -unos más que otros- pero también como colectividades y pueblos. Quiero enfatizar seis historias contadas desde los pueblos originarios a quienes el sistema capitalista y la violencia institucional y terrorista sigue amenazando constantemente en medio de escenarios de abandono y desigualdad.
La Asociación Cultural Bishu Cine con fondos del Ministerio de Cultura hizo posible la realización de seis cortos documentales con el protagonismo de cinco jóvenes cineastas: Yomira Maciso (Asháninka), Sindy Taan (Awajún), Gino Machay (Amahuaca), Rosita Fuentes (Quechua Collao), Riyna Aguilar (Quechua Chanka); y el adulto mayor Miguel Aquituari (Kukama-Kukamiria). Ahora se exhiben en la I Muestra de Cine Regional hasta el 11 de noviembre para permitir que nos adentremos en la vida y la cultura de estos pueblos a través del hermoso lenguaje audiovisual que no se guarda nada, más bien es revelador e interpelador de nuestra propia existencia. Cyrulnik, psiquiatra y neurólogo francés, considerado el padre de la categoría resiliencia, nos dice que el arte hace posible reconocer y trasmitir los sufrimientos más profundos de los silenciosos y de los silenciados.
Pero no todas son historias de sufrimiento. Paradójicamente, con las escuelas cerradas y el aislamiento, varios pueblos han seguido reflexionando en torno a sus conocimientos y saberes, la pervivencia de sus tradiciones y lenguas originarias y la importancia de su transmisión intergeneracional. Precisamente, este ha sido el común denominador en los cortometrajes, la revitalización cultural de los pueblos, el rescate de la memoria colectiva y la preservación del patrimonio inmaterial para salvaguardar la identidad de sus miembros. En ese sentido no es un recojo de historias familiares, es una cosecha abundante y colectiva que conserva las raíces profundas en el mismo territorio.
Me permito una mención especial a mi colega y amiga Riyna Aguilar Quispe, docente en Educación Intercultural Bilingüe egresada de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Su documental lleva por nombre “Pukllay” y nos muestra el renacer de los carnavales en la comunidad Anchihuay Sierra (La Mar-Ayacucho), altamente afectada por el conflicto armado interno, en donde el conservadurismo y fundamentalismo de una iglesia evangélica sancionó por varios años las celebraciones del Carnaval y otras tradiciones. El pueblo de sus abuelitos rememora colectivamente las canciones y danzas, y saca del baúl las ropas típicas y los instrumentos musicales que acompañan los temas del carnaval. Estas reconexiones con las tradiciones ancestrales alimentan su identidad y la reafirman como hija de esta hermosa comunidad.
Gracias a Bishu Cine tenemos la oportunidad de acercarnos a la vida de seis pueblos originarios, pero también de dejarnos inquietar por las distintas narrativas de estos cineastas, la belleza de su fotografía, la musicalidad de sus lenguas, la intimidad en las historias familiares de sus protagonistas y sus búsquedas por nuevas fuentes de resistencia en periodo de pandemia.
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