El pasado 21 de febrero se celebró el Día internacional de la lengua materna para recordarnos el carácter multicultural y multilingüístico del mundo y con ello la diversidad como una realidad inobjetable, siendo el Perú con sus 48 lenguas originarias uno de los países más ricos. Pero no todo es celebración, la fecha nos recuerda que las sociedades y gobiernos no han prestado suficiente atención ni han valorado esa enorme diversidad a sabiendas que una de las formas de dominación más antiguas y perversas entre humanos es precisamente la dominación lingüística, es decir cuando unas lenguas predominan sobre otras negándolas y silenciándolas implícitamente hasta llevarlas incluso a la extinción.
El Perú como muchos otros países han vivido colonizaciones violentas y desestructurantes dejando una profunda herida colonial como diría Walter Mignolo, una herida que es profunda y dolorosa en el presente para los millones de peruanos que por ser indígenas se les margina e inferioriza a través de distintas formas de discriminación y racismo. Hoy que se ha ganado terreno en el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios resulta inaceptable y se sanciona moralmente e incluso es “políticamente incorrecto”, pero persiste en la conciencia de quiénes se asumen superiores por su género, color de piel, apellido, nivel educativo, cargo público, lugar de residencia y/o poder económico, siendo la lengua un marcador de diferenciación que genera abismos y perpetúa las jerarquías impuestas 500 años atrás.
A pesar de ese colonialismo encarnado y a contracorriente, quiénes aprendieron una lengua originaria cuando niños o a la par del castellano, tuvieron la enorme oportunidad de mantener una raíz profunda que los conecta a sus ancestros, de ser habitados de alguna u otra forma por un mundo distinto al impuesto y convencional y ser poseedores de una memoria que no puede ocultarse, que aflora con una melodía, un recuerdo, un color, una palabra y frente a la cual el sistema educativo tiene una enorme responsabilidad. La educación básica regular, que tiene a las niñas, niños y adolescentes en el centro de su quehacer, debe asegurarles que la educación brindada responda a sus realidades, parta de ellas y los conecte con otras realidades, es lo que se denomina Educación Intercultural Bilingüe (EIB), que requiere que las y los docentes hablantes de las lenguas de sus estudiantes y conocedores de sus realidades guíen pedagógicamente sus aprendizajes interculturales.
En esta fecha especial anhelo que las madres sigan hablando en sus lenguas mientras dan de lactar a sus bebes, mientras los acarician, los educan y los reprenden por sus travesuras en los rincones de la casa y cerca del fogón para que así sus hijas e hijos guarden su hablar en la memoria y en el corazón. Pero también anhelo que los hablantes de las lenguas originarias las usen sin límites en las calles, transporte público, mercados, plazas y en las ventanillas de los servicios públicos y que las usen para expresar sus pensamientos, participar en la política y defender sus derechos, entre ellos la EIB.
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