Hace pocos días la Asociación Foro Educativo ha presentado al Ministerio de Educación- MINEDU sus aportes para el Buen Retorno al Año Escolar (BRAE 2021) como resultado del análisis de las medidas previstas por el sector y desde una postura firme en defensa de la educación pública como un derecho. Siendo asociada hago eco de algunos aportes para la reflexión y la movilización de las familias y la sociedad en general para que este año las niñas, niños y jóvenes no terminen siendo expulsados del sistema educativo como ocurrió el año pasado.
El MINEDU ha previsto que el retorno a las escuelas pueda darse de manera presencial, semipresencial o virtual dependiendo de las condiciones sanitarias de las instituciones educativas y sus entornos, pero lo que aprendimos en el actual contexto, es que la educación no se asegura únicamente con docentes y la estrategia Aprendo en Casa, porque la crisis no es solo sanitaria es multidimensional y eso implica la intervención de varios sectores que contengan el impacto del empobrecimiento, la pérdida del empleo, la dotación de servicios básicos y la implementación del internet y los dispositivos tecnológicos. Por lo tanto, ante la diversidad de situaciones y en nombre del principio de equidad, corresponden respuestas diferenciadas y apropiadas que permitan cerrar las brechas de desigualdad con énfasis en los sectores más golpeados por la crisis, como son los pueblos originarios y las poblaciones de la periferia urbana; y en aras de la equidad tendrían que disponerse los recursos necesarios.
En este afán los gobiernos regionales y locales y las estructuras descentralizadas de los distintos sectores cobran un lugar preponderante, con especial protagonismo de las comunidades y sus organizaciones, quiénes han luchado y defendido la vida de los suyos con sus mejores recursos. En los territorios de los pueblos originarios las mismas familias han ofrecido a sus niñas y niños muchos aprendizajes para revitalizar sus lenguas y culturas en un horizonte de sentido educativo alternativo a lo ofrecido por la educación formal, una educación para hacer posible la vida, la crianza y la productividad. Así como en otros escenarios de pedagogía intercultural, se valida el trabajo educativo por proyectos de aprendizaje que abordan demandas y preocupaciones reales de los estudiantes, y que hace posible sus protagonismos como actores sociales. En decir, la educación se descentra de los programas o la estrategia y recobra su finalidad última, que es comprender y transformar la realidad.
En este contexto y ante la inminencia de la segunda ola (y quién sabe lo que venga), tenemos al frente el enorme desafío de re-tejer la relación escuela-familia-comunidad en cada barrio, sector, caserío o pueblo, de impulsar juntos una educación menos estandarizada y más transformadora; menos eficientista y más humanitaria; menos escolarizada y más comunitaria; más intercultural y menos homogeneizadora; con una gestión menos burocrática y más participativa; y para lograrlo será necesario una amplia voluntad política de todos los sectores comprometidos, la disponibilidad de recursos y una firme vocación democrática y descentralista.
Comparte esta noticia