En medio de las noticias diarias y permanentes sobre la pandemia del coronavirus, un hecho distinto, pero propio de nuestra idiosincrasia, ha despertado la polémica en las redes sociales. Una joven, conocida en los medios de influencia digital, decidió pintarse el rostro con distintos tonos de maquillaje oscuro y, luego, limpiárselo con un producto de una marca auspiciadora. Hasta este punto, nada pareciera ser extraño o fuera de lo común. Muchas chicas y chicos, contratados por una alguna agencia de publicidad, realizan fotos y videos en los que demuestran qué tan efectivo es realmente un desmaquillador. Para ello, como es obvio, se colocan maquillaje (de preferencia, intenso) e intentan, con éxito, retirarlo. Este tipo de acciones no despiertan el debate y la riña en ninguna parte del mundo. Y no tendrían por qué hacerlo: no es más que la exhibición de los atributos positivos de una marca. Si este hubiera sido el caso, cerraríamos esta columna con un punto final.
Pero la situación que nos convoca algo nos está diciendo de la sociedad y de nosotros mismos. Puede que, incluso, nos haga notar que hay ciertos aspectos de nuestra vida cotidiana que no nos están permitiendo elevar nuestro bienestar, porque dañan silenciosa, pero fuertemente, a un grupo sociocultural relegado por siglos. Y, como siempre digo: no hay bienestar personal sin bienestar colectivo. Así que, en esta columna, trataré de explicar cómo algunos comportamientos que llevamos a cabo pueden no solo herir, sino continuar con una tradición de discriminación que no hemos sido capaces de erradicar.
¿Fue un acto racista?
Esta es una columna psicológica, así que no estamos para juzgar o emitir juicios críticos hacia los demás. Si algo nos ha enseñado nuestra formación de seis años, es a ser empáticos: desde este lugar se va a construir el cambio. No hay real transformación en los reproches hirientes. Empezamos así este análisis, porque nos vamos a centrar en la acción y no en la persona. ¿Fue o no un acto racista? Veamos.
Hay cuatro elementos que siempre van juntos y que debemos tener en cuenta en este momento. Cuando nosotros hacemos algo, siempre es en un contexto y en lugar lleno de creencias, principios, normas, rituales, hábitos, tradiciones y códigos. Nunca actuamos sobre el vacío o en el espacio. En cada pueblo al que vamos, vemos diferentes formas de hacer las cosas. No es lo mismo saludar con beso en el cachete en Perú que en Japón, ¿cierto? Porque, en Perú, significa aprecio y estimación, pero, en Japón, es una falta de respeto. Esto quiere decir que, en nuestro país, nos vamos a sentir alegres frente a esta muestra de afecto. Sin embargo, en Japón, ¿será igual?
Hasta aquí, tenemos esos cuatro elementos de los que les contaba. El saludo es el acto. El contexto es Perú o Japón. El significado es agrado en un lugar y descortesía en otro. Y la emoción generada ha sido alegría y enfado, respectivamente. Tal parece que todo acto, de acuerdo al contexto, significa algo distinto y este significado produce emociones hasta contradictorias. ¿Y qué sucedió, entonces, en el caso de la joven acusada de racismo? Veamos los dos primeros elementos:
- Acto: pintarse el rostro de tal manera que «parezca» una mujer andina y desmaquillarlo.
- Contexto: país que arrastra, desde la colonia, una historia de desprecio hacia los atributos andinos y que, en cambio, anhela las características europeas.
Con estos dos componentes (el acto de desmaquillar rasgos andinos en un país que rechaza estas cualidades), queda bastante claro el significado y la emoción que podemos sentir muchos peruanos.
¿Podemos hacer algo?
Siempre se puede. Lo primero que podemos hacer, desde nuestro lugar, es considerar nuestro bienestar, pero, también, el de los demás. No podemos sentirnos bien a costa del sufrimiento de otros grupos sociales (a menos que haya un problema psicológico de base). En este sentido, si bien no siempre somos conscientes de las consecuencias de nuestro comportamiento, sí somos responsables del daño que ocasionamos. Por esta razón, el esfuerzo de cuestionar cada cosa que hacemos, antes y después, es muy importante —claro está, sin juicios violentos o agresivos—. En segundo lugar, conviene darnos cuenta de que toda acción, además de tener una reacción, posee un significado que depende del lugar en el que estamos. No existen, por tanto, «simples actos», porque todos, hasta los más sencillos, significan algo. Por último, los invito a pensar qué tanto rechazan sus propio origen andino o afroperuano; quizás, este mismo desprecio podría estar originando conductas de discriminación hacia los demás.
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