En el Perú, y quizás también en buena parte de Latinoamérica y España, se utiliza un refrán muy popular que calza a la perfección si hablamos de la contienda política que estamos atravesando: «Dime con quién andas y te diré quién eres». Y los políticos lo saben muy bien: de hecho, en las últimas etapas del periodo electoral, muchos de ellos comienzan a mostrarse en público con personajes que consideran deseables con el fin de aumentar el número de adeptos. Es como si trataran de limpiar su imagen o de asociarse con ciertas personas para disminuir las opiniones negativas o atraer nuevos votos. Lo que sucede es que, de acuerdo con este refrán, somos juzgados con base en los atributos o las características de las personas de nuestro entorno, como si, de forma determinante, fuésemos un calco de la identidad o personalidad de nuestro grupo de amigas y amigos. Aun cuando esto no nos suene lógico, muchas veces nuestro cerebro nos juega malas pasadas y termina, de forma automática, emitiendo juicios de esta naturaleza que benefician a políticos que, por sus propias capacidades, nunca hubiesen sido elegidos.
¿Por qué ocurren estos «errores» de pensamiento?
Lo explicaré con dos ejemplos: ¿alguna vez ha percibido que la porción de comida es muy pequeña solo por haber sido servida en un plato de amplias proporciones o se ha fijado en el impacto que genera el peso de los empaques en su percepción del tamaño del producto en sí? En estos casos, lo que sucede es que los atributos del entorno o de los objetos del ambiente pueden ser transferidos a la comida o al producto, y afectar nuestra forma de concebirlos. A esto se le conoce como sesgo de asociación visual y, si bien puede parecer increíble, es muy común en nuestra evaluación de los candidatos políticos en las elecciones —¿acaso no es habitual que un candidato tildado de corrupto intente unirse con políticos más honestos o que candidatos de posiciones ideológicas radicales (tanto de izquierda como de derecha) busquen asociarse con personas públicas con opiniones «moderadas»? En algunas ocasiones, políticos que van perdiendo votos empiezan a apoyar candidaturas similares, pero con más seguidores, para que los electores empecemos a verlos con otros ojos.
Este sesgo cognitivo tiene una explicación neurocientífica. Sabemos que, en líneas generales, tenemos dos tipos de pensamiento: el analítico y el intuitivo. Cada uno de ellos tiene pros y contras. Por ejemplo, si bien el pensamiento analítico nos permite sopesar nuestras alternativas, evaluar las evidencias y concluir bajo líneas lógicas y causales, nos demanda mucho tiempo y muchos requerimientos energéticos para que las estructuras cerebrales responsables realicen su función. Es por ello que, en situaciones de mucho apremio, nuestro cerebro prefiere utilizar el pensamiento intuitivo, que es más inmediato, automático e involuntario (casi reflejo). El problema es que este tipo de pensamiento nos conduce a errores, prejuicios y sesgos por ser tan rápido. Debido a este pensamiento, por ejemplo, se construyen estereotipos según la etnia, la clase socioeconómica, el género, etc., y sesgos cognitivos, como el sesgo de asociación visual. Cuando caemos en este «error de pensamiento», en lugar de efectuar un análisis pormenorizado de las capacidades y virtudes de los candidatos, asumimos de forma inminente que un político es capaz, honesto y eficaz por apoyar o seguir a otro político capaz, honesto y eficaz.
¿Qué podemos hacer al respecto?
La única sugerencia pertinente que les puedo brindar, en este caso, es que, siempre que vayan a tomar una decisión importante, pongan en marcha el pensamiento analítico, es decir, evalúen las competencias y los defectos de los candidatos, revisen evidencias que sostengan y prueben quiénes son realmente, y, solo después de ello, resuelvan por quién votar. El secreto para que esto funcione es que se hagan esta pregunta durante todo el proceso: ¿las evidencias que voy encontrando son objetivas o estoy queriendo probar que mi candidato es el ideal? Con estas estrategias, es muy probable que, en los próximos comicios, nos vaya mejor.
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