El 5 de junio se conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha que busca generar conciencia ambiental, llevarnos a la reflexión sobre los cambios que necesitamos y recordarnos la urgencia de ser una sociedad más consciente y sostenible, en beneficio de nuestro planeta. Sin embargo, en el Perú esta fecha también nos recuerda el “Baguazo”.
Un día como hoy, en 2009, más de 30 peruanos perdieron la vida en un conflicto que marcó un antes y un después. El “Baguazo” fue el resultado de imponer, sin diálogo ni consulta previa, una propuesta de cambios en los esquemas para la gestión de recursos naturales. Fue un conflicto social desatado por no escuchar a los pueblos indígenas y por no entender que la protección de nuestro patrimonio natural debe considerarse en cualquier propuesta de desarrollo.
Han pasado 16 años del lamentable suceso, y en la actualidad estamos en un momento muy complejo, sobre todo si se trata de proteger nuestra biodiversidad y a quienes la defienden. Si bien el Día Mundial del Medio Ambiente ha servido para promover mensajes urgentes como la restauración de ecosistemas y la promoción de una vida en armonía con la naturaleza, es necesario preguntar: ¿en dónde estamos ahora, a más de 50 años después que creada esta fecha? ¿Hacia dónde vamos como planeta?
En el Perú, a pesar de los múltiples compromisos internacionales, el avance hacia un mundo más sano ha sido muy lento. A pesar de que la pandemia dio un respiro temporal al planeta, rápidamente regresamos a los mismos patrones. Una vez calmada la crisis sanitaria, la carrera por la recuperación económica regresó. Y esa “recuperación” volvió a priorizar esquemas que ya estaban siendo abandonados: los combustibles fósiles frente a energías renovables, la reducción de estándares ambientales y el debilitamiento de la institucionalidad ambiental.

Todo esto tiene un impacto preocupante en una región como América Latina, que está bajo amenaza constante por los efectos de la crisis climática. A ello se suma la ilegalidad, que día a día afecta nuestros recursos naturales y vulnera con descontrol el ambiente que deberíamos proteger. Nadie parece capaz de detener esa voracidad que supera incluso a la del fuego producido por los incendios forestales, exacerbados a su vez por las olas de calor.
En ese contexto, el Día Mundial del Medio Ambiente no puede ser únicamente una celebración simbólica. Nos debería llevar a asumir compromisos como país y como región. No basta con celebrar nuestra riqueza natural solo para fines turísticos o reavivar nuestro orgullo. Debemos comprometernos con ella, con acciones firmes y sinceras que beneficien a todas las personas.
Y aquí volvemos al “Baguazo”. Aprender de nuestra historia y de nuestros errores implica entender, de una vez por todas, que la sostenibilidad no es solo económica. Debe estar enfocada en el presente, sí, pero siempre con miras a un futuro justo y equitativo, sobre todo, para los pueblos indígenas.
El Día Mundial del Medio Ambiente y el “Baguazo” son una muestra clara de cómo el destino del país está profundamente entrelazado con las múltiples visiones de desarrollo. Es una muestra más de toda la diversidad que nos caracteriza, pero también es un llamado a no repetir los mismos errores del pasado. Nuestros estándares deben estar a la altura de nuestra diversidad si queremos pensar y construir un futuro común, sostenible y justo.
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